La derrota del “Apruebo”, nada catastrófico

Por CÉSAR PÉREZ

Sí, la derrota del Apruebo constituye una fuerte sacudida para el gobierno, para el grueso de izquierda que hoy es poder en Chile. La contundencia de la diferencia entre los votos obtenidos por esa opción y los del Rechazo es apabullante no solo por la cantidad, sino por la calidad pues muchos de esos votos ahora en contra vienen de su propio caladero de votos de las pasadas elecciones presidenciales. Algo que, paradójicamente, ayuda al presidente Boric para llevar a efecto un imprescindible redimensionamiento del proyecto de cambio, al tiempo de provocar una reflexión sobre lo ocurrido más allá las fronteras de Chile y, en ese sentido, el traspiés puede no ser una catástrofe.

Son muchas las lecciones que en claves históricas, políticas y sociológicas se pueden extraer de este traspiés de la izquierda chilena. A pocos meses de su experiencia en el poder, esta sufre una contundente derrota, que no es provocada solo por la derecha y la ultraderecha, como errónea y sorprendentemente afirma el presidente Petro, sino, en esencia, por una pluralidad de voluntades que no están de acuerdo o que no entienden algunos puntos cardinales de la propuesta evacuada por la Constituyente. Con sus votos, no necesariamente reprueban el gobierno sino un proceso Constituyente surgido de un contexto de fuertes tensiones y pasiones que, como es natural, a veces tienden a expresarse con mensajes equívocos de las partes envueltas.

Es evidente que algunos sectores del Apruebo incurrieron en absurdos maximalismos, tanto en la discusión en el seno de la Constituyente como en la propaganda a favor de la aprobación del proyecto. Algunos planteaban la disolución de instituciones claves del Estado, la colectivización de todas las unidades del proceso productivo etc., que recordaban algunas posiciones extremistas (para el momento) planteadas en la Constituyente de la revolución bolchevique, hecha abortar por el gobierno debido a los interminables debates y una correlación de fuerzas no favorable. Otro maximalismo es el tema de la plurinacionalidad y particularidad de los pueblos originarios, algo que parece no estaba en la cabeza de esa población, pues en las 10 comunas de mayor presencia votó Rechazo en un 75%.

Esta cuestión nos lleva al tema de las vanguardias que, como tales, son minorías. Pero esto no es el problema, la cuestión es que generalmente creen que lo que ellos piensan también lo piensa la gente común, que lo que valoran como “buena música”, “buen arte”, e incluso que algunos valores como igualdad o paridad, por las cuales se baten, también son siempre valores de la gente común. En breve, tienden a pensar por la gente, a sustituirla y a rechazar todo tipo de compromiso e incluso de formas de pensar diferentes. Olvidan que, en los procesos políticos mientras más amplia es la base que se cree para un determinado propósito, mayores posibilidades de sostenibilidad tiene el propósito que eventualmente se alcance.

El mensaje del desapruebo es que, guste o no, se impone negociar e integrar nuevas miradas, nuevas experiencias, pero siempre en sintonía con un proyecto de cambio en un contexto muy complejo como es el caso chileno. En ese sentido, Boric acaba de nombrar ministra del Interior a Carolina Tohá, hija de quien ocupó ese ministerio durante el gobierno de Allende y como secretaria de la Presidencia a Ana Lya Uriarte, socialista de la tendencia de la Bachelet, que sustituyen en esos puestos a dos de sus más cercanos compañeros de viaje. Con esos nombramientos trata de enviar una voluntad de diálogo, de integrar miradas diferentes, pero comprometidas con el cambio que, en el fondo, también quieren muchos de los que votaron por el Rechazo.

Los números que arrojan determinadas mediciones de procesos electorales y de aprobación o desaprobación de un gobierno o figura política marcan tendencia, son indicadores, pero difícilmente expresan toda la realidad del problema. La desaprobación al gobierno de Boris antes y durante el referéndum era alta, se llegó a medir en un 58%, pero esos números no lo determina solo la propaganda de la oposición, como tampoco ese 62% del Rechazo. Gran parte de esos números pueden estar diciendo que, sin ser necesariamente contrario al gobierno, hay cuestiones sobre las que no están de acuerdo, sea porque no han sido claramente explicadas o porque simplemente no están de acuerdo, porque tienen otra valoración de algunas cosas y tienen plena libertad para expresarlas.

Chile es un país de mucha capacidad de resiliencia. La mayor responsabilidad de los resultados de este referéndum recae en las fuerzas del Apruebo, en cómo dirigieron el proceso de Constituyente y en la promoción de sus resultados, a ellos les corresponde negociar, incorporar, enseñar, hacer comprender las propuestas y aceptar que muchas son mal orientadas o simplemente inviables en este contexto. Llorar sobre la leche derramada es de niños. Recordando el carácter aun corto de la experiencia chilena y parafraseando al historiador italiano Leo Valiani, creo que el triunfo de los ideales de justicia e igualdad pueden ser “efímeros, pero si conseguimos preservar la libertad siempre es posible comenzar de nuevo”.

Publicado originalmente en Acento

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