La falta de gas y combustible golpea con fuerza en el interior de Cuba

MARIEL, Cuba, 24 mayo – (Agencias) — Rosa López encendió una estufa a carbón para hervir boniatos y preparar huevos revueltos con tomate para sus nietos. Desde hace un mes y medio los tanques de gas no llegan a la localidad cubana de Mariel.

Bajo un sol inclemente en la carretera a Pinar del Río, Ramón Victores lleva una semana esperando en la cola de una gasolinera para cagar diésel. Y 150 kilómetros al este, en las inmediaciones de Güines, María de la Caridad Cordero estuvo dos horas agitando dinero tratando de tentar a los esporádicos conductores que pasaban para que la llevaran hasta la vecina Jagüey Grande.

La grave escasez de combustible que atraviesa Cuba va más allá de los días y noches de espera en las gasolineras. En el interior del país, la falta de gasolina ha acentuado el desabastecimiento de alimentos y medicinas causado por la actual crisis económica.

The Associated Press recorrió más una decena de pueblos en las provincias de Artemisa y Mayabeque en los que los residentes se las ingenian para comer y trasladarse y evitar perder jornadas de trabajo.

“Estoy cocinando con carbón o con leña”, contó López, un ama de casa de 59 años vecina de la localidad de Mariel -70 kilómetros al oeste de La Habana-. “A la bodega (los comercios estatales adonde se compran alimentos subsidiados) no ha llegado el aceite. Mañana si Dios quiere nos lo van a vender”.

Un rato antes con su hija había ido a un mercado cercano por habichuelas, galletas saladas, piña, tomates y calabaza por los que pagaron 900 pesos cubanos (unos cinco dólares al cambio de la calle, que es el que realmente se usa), un monto nada despreciable para el sueldo del esposo de López de unos 3.000 pesos cubanos (12 dólares). Ambas recorrieron el camino de regreso a su casa comentando los precios con una vecina. “Todo se va en nada”, se lamentó López.

Cuando se suspendió la venta de tanques de gas para cocinar los usuarios recibieron una boleta para organizar la distribución. López tiene el número 900 y no saben cuándo le tocará.

Cuba atraviesa una de las crisis más duras de las últimas décadas por la paralización económica provocada por la pandemia de COVID-19, la unificación de su moneda y un endurecimiento de las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Tras caer un 11% en 2020, el Producto Interno Bruto apenas repuntó un 1,3% en 2021 y el año pasado cerró en 2%. El turismo, una de las mayores fuentes de ingresos de la economía nacional, volvió a quedar debajo de lo previsto: 1,7 millones de visitantes en 2022 contra los 2,5 millones esperados.

El año pasado hubo jornadas en las que más del 40% del país no tuvo electricidad por falta de combustible o averías que desencadenaron las primeras manifestaciones desde las de julio de 2021.

“En La Habana hay un poco más de movimiento, un poco más de abastecimiento. En Mariel es difícil. Salimos a la calle y no se encuentra nada”, comentó a AP Roxana Barzaga, la hija de López.

Ante la ausencia de ferrocarriles en Cuba, los productos se transportan por tierra. Si el combustible escasea, los camiones no ruedan y los anaqueles de los mercados se quedan vacíos.

La familia de López y Barzaga cuenta con una pequeña parcela en la que instalaron un horno a carbón -con el cual cocinan- y de la que también obtienen vegetales y frutas.

Otras personas se han dedicado a cultivar frutas y hortalizas y criar ganado menor -como carneros y puercos- y aves de corral para abastecerse.

En las ciudades como La Habana hay más comercios llamados MLC (monedas libremente convertibles), cuyos precios se pagan en dólares y tienen algo de surtido. Pero en el interior hay muy pocos de estos mercados.

Durante los últimos años el Estado mantuvo la llamada “Libreta de Abastecimiento” que entrega a cada ciudadano un mínimo de productos: leche, huevos, partes de pollo, arroz, frijoles, café, azúcar y jabón, entre otros; pero las cantidades han ido disminuyendo.

Cuba no extrae petróleo ni lo refina en la cantidad que se consume a nivel nacional – entre 500 y 600 toneladas diarias de gasolina para todas sus actividades-. Y aún si tuviera los fondos tampoco podría importar combustible por las sanciones de Estados Unidos que persiguen a las compañías que le venden o a los barcos que lo transportan a la isla.

A unos 50 kilómetros al este de Mariel los vehículos ligeros se sumaron a una larga cola de tractores y maquinarias agrícolas que esperan en una gasolinera sobre la ruta.

“Llevamos aquí una semana”, dijo Victores, dueño de un camión Chevrolet rojo de 1952. Durante esas siete jornadas no pudo trabajar pese a tener un contrato para mover cereal.

En la gasolinera adonde AP lo encontró -sobre la carretera a Pinar del Río en Artemisa- estaba también Manuel Rodríguez, un jardinero de 67 años aguardando desde hacía cuatro días para cargarle gasolina a su desvencijada motocicleta.

Rodríguez le adosó un tanque plástico encintado para conseguir 10 litros, el máximo permitido para estos vehículos, pues el original carga apenas tres. “Es un poco peligroso, pero funciona”, dijo mostrando su invento.

En los pueblos se ven muchas bicicletas y vehículos tirados a caballo, útiles para las distancias cortas. Pero el traslado hacia destinos más lejanos se ha complicado.

“Voy para Jagüey, a la casa de mi hermano”, explicó Cordero, de 58 años y empleada en una escuela en la localidad de Güines, en la provincia de Mayabeque. “Con la crisis se hace más difícil, mire la hora que es y todavía estoy aquí”, manifestó la mujer que llevaba dos horas esperando un transporte.

Las autoridades reconocieron que se ha reducido la frecuencia de salida de los autobuses, lo que obliga a muchos cubanos a hacer autostop a cualquier vehículo que pase.

“Si a las 12 del día no he cogido nada tendré que virar (volver) para mi casa. Salir mañana o pasado”, agregó Cordero.

Unos minutos después un transporte escolar amarillo frenó a pocos metros y ella y media docena de personas se subieron de un brinco.

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias