La gran crisis del fracking: el petróleo de esquisto sufre la falta de trabajadores y la ‘codicia’ de los inversores

«La era de crecimiento agresivo del petróleo de esquisto de EEUU ha terminado»

Los inversores piden un mayor retorno y la distribución de todo el beneficio

Esto impide a la industria seguir con sus inversiones para expandir el negocio

Que la industria del fracking (fracturación hidráulica) y del shale oil (petróleo de esquisto) sufriera sobremanera cuando el precio del crudo cayó a precios muy bajos hace dos años… es algo normal. Lo que es alarmente es lo que está ocurriendo ahora. Con los precios del petróleo por encima de los 80 dólares, esta industria no termina de despertar. La falta de mano de obra, el creciente coste de capital (subidas de tipos de interés), las regulaciones medioambientales y la demanda de beneficios por parte de los inversores están ahogando a una industria que prometía mucho.

La irrupción del fracking y el shale oil en 2014 (se llevaba extrayendo desde hace tiempo, pero hasta ese año no comenzó a representar una proporción considerable de la producción mundial) puso al mundo del petróleo patas arriba. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se enfrentaba a un rival que se regía bajo las normas del mercado y que lograba rentabilizar cada barril de petróleo, pese a ser producido en un país desarrollado (EEUU) con unos costes laborales mucho más altos.

Sin embargo, esta industria nunca terminó de cuajar en términos empresariales. Las empresas de extracción de petróleo de esquisto tenían serios problemas para lograr beneficios, una situación que se acentuó cuando el precio del crudo comenzó a caer, precisamente, por el aumento de la oferta que provocó la entrada de este nuevo competidor (el fracking).

Hoy, la situación no parece mucho mejor pese a que el petróleo ha recuperado los precios del pasado. Esa era transformadora está llegando a su fin, aseguran los analistas, con consecuencias impredecibles, en declaraciones al Financial Times. Los altos costes y la escasez de mano de obra están presionando a los campos de esquisto, que además son cada vez menos productivos.

Por otro lado, Wall Street quiere que los beneficios se devuelvan a los inversores, no que se reinviertan en nuevas plataformas o en mejoras de productividad, innovación, etc. Incluso con precios del crudo a 80 dólares el barril (el crudo Brent cotiza en los 84 dólares), un precio muy por encima del promedio a largo plazo, los productores de esquisto todavía temen derrochar capital. Para colmo, los nuevos pozos están produciendo menos petróleo.

«La era de crecimiento agresivo del esquisto estadounidense ha terminado», asegura Scott Sheffield, director ejecutivo de Pioneer Natural Resources, el mayor productor de esquisto del país. «El modelo de esquisto definitivamente ya no tiene capacidad de mover el mercado».

Algunos puntos positivos

En un reportaje publicado por el Financial Times, explica que La edad de oro del esquisto «devolvió a Estados Unidos a la cima de la tabla en términos de importancia geopolítica», asegura David Goldwyn, exasesor principal de energía de Barack Obama y director de Goldwyn Global Strategies, una consultora de Washington. «EEUU ya no está en una posición en la que tenga que preocuparse por el suministro físico de petróleo o gas… y eso le da mucha más libertad de acción en los asuntos internacionales».

Además, la abundancia acumulada de suministro de esquisto entregado en los últimos 15 años continúa protegiendo a los estadounidenses de los altísimos precios del gas natural y del combustible que han sacudido a otras economías desarrolladas, dando a su industria una ventaja competitiva y a sus hogares más ingresos disponibles.

No obstante, a medida que el orden energético global establecido se deshace rápidamente (en una clara apuesta por las energías verdes), el mundo puede estar entrando en una fase de mayor volatilidad en el mercado petrolero, advierten analistas y ejecutivos. Esto perjudicaría, sin duda, al fracking y su industria, que necesitan unos precios estables para crecer e invertir, algo que no es necesario en los países productores como Arabia Saudí, cuyos planes son de más largo plazo sin importar tanto el precio del petróleo.

El petróleo de esquisto se convirtió en la «capacidad de repuesto fácilmente disponible que podía competir con la OPEP, creando lo que entonces llamamos el ‘nuevo orden del petróleo'», asegura Jeff Currie, director global de investigación de materias primas de Goldman Sachs, en declaraciones al Financial Times. «Hoy esa flexibilidad se ha ido, empujándonos de regreso al ‘viejo orden petrolero’ del dominio de la OPEP».

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