La mentira manipulada y maquillada

Juan F. Puello Herrera

Escribió san Bernardo de Claraval que “no solo es traidor a la verdad quien dice lo falso en vez de lo verdadero, sino quien no dice libremente la verdad que conviene sea proclamada, o no defiende libremente la verdad que reclama defensa”.

En realidad, puede tratarse de cualquiera que utiliza a conveniencia una reunión convirtiéndola en un foro público estilo trujillista, con la prosapia presuntuosa y la jerga propia exhibida por aquellos, que sin conocer el fondo del problema solo sabe enredar y eternizar los pleitos con la bajeza propia de los  que pululan en los corrillos de la chismografía barata, haciendo gala de un comportamiento díscolo sin ninguna consideración al “adversario”, olvidando como expresa José Ortega y Gasset que el “encanallamiento no es otra cosa que la aceptación como estado habitual y constituido de una irregularidad, de algo que mientras se acepta sigue pareciendo indebido”. 

Un mal precedente queda de esto, y es, el germen de la división, en la que la mentira, siendo una violación de la virtud de la veracidad, atenta contra la capacidad natural para la verdad, que es la condición de todo juicio y de toda decisión, conteniendo este germen el espíritu  sectario, y todos los males que éste suscita, por esto, la mentira es funesta ya que socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales, pero también demostrando que el malo se hace pésimo cuando se finge bueno, por la doblez, la falsedad, la hipocresía y la simulación que le caracteriza.

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