La paz mundial en el filo de la navaja

Por Manuel Jiménez

El reciente ataque perpetrado por un presunto comando del Estado Islámico en una sala de conciertos cerca de Moscú, dejando un saldo de 130 muertos y más de un centenar de hridos, constituye un acto que amenaza la frágil estabilidad global. La reacción del Kremlin ante esta acción criminal, que ha sido atribuida al EI, podría desencadenar consecuencias imprevisibles.

A pesar de que el Estado Islámico, un enemigo declarado de Rusia por diversas razones, ha reivindicado el ataque, el presidente Vladimir Putin parece desviar la atención hacia otros objetivos. Sus acciones inmediatas tras el suceso incluyeron ataques masivos contra ciudades ucranianas y pusieron en alerta a la Fuerza Aérea de Polonia, país miembro de la OTAN, después de que un misil ruso violara brevemente su espacio aéreo, generando tensiones adicionales.

Las respuestas del Kremlin sugieren un enfoque de venganza dirigido hacia Occidente y, específicamente, hacia Ucrania, que permanece en la mira de Putin debido a sus ambiciones imperiales y su anhelo de restaurar la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Esta escalada de tensiones podría tener repercusiones más allá de Ucrania, extendiéndose a países vecinos como Polonia y otras antiguas repúblicas soviéticas que aún no se han alineado con Rusia.

Putin, aprovechando el ataque del EI, busca sacar provecho no solo frente a Ucrania y los países de la OTAN, sino también dentro de su propio territorio. La cercanía del ataque a Moscú ha generado inquietud entre los rusos, poniendo en riesgo la estabilidad interna y, potencialmente, socavando la popularidad del presidente, construida en gran medida sobre la intolerancia y la represión.

El complejo escenario del mundo musulmán puede resultar desconcertante para algunos. Sin embargo, las razones detrás del ataque del Estado Islámico contra Rusia son claras. La intervención militar rusa en Siria en apoyo al régimen de Bashar al-Assad ha convertido a Rusia en un objetivo legítimo para el EI. Además, la larga historia de enfrentamientos entre Rusia y grupos islámicos en el Cáucaso ha alimentado el resentimiento y las represalias del EI.

La participación de Rusia en otros países de la región, como Irak y Afganistán, también ha contribuido a que se asuma como un actor hostil por parte de grupos como el Estado Islámico. Estas acciones, junto con la política exterior agresiva de Putin, han generado una respuesta violenta por parte de los militantes islámicos.

Sin embargo, es importante destacar que, para Putin, sus intereses primarios parecen estar en culpar a sus adversarios políticos, como Ucrania y la OTAN, por el ataque, en lugar de abordar de manera efectiva la amenaza del Estado Islámico. Esta postura podría perpetuar la escalada de tensiones y socavar aún más la estabilidad mundial.

Es fundamental comprender que algunas interpretaciones de la agresión de Rusia hacia Ucrania basadas en presuntas violaciones de acuerdos y otras razones estratégicas pueden no captar completamente la verdadera motivación detrás de las acciones de Putin.

Al considerar la personalidad de Putin, algunos observadores destacan su enfoque autoritario y enérgico en la política internacional. Dada su posición como líder influyente en posesión de un temible arsenal nuclear, algunas personas expresan preocupación sobre la posibilidad de que su respuesta a las crisis pueda ser impredecible. Existe una preocupación generalizada de que las acciones de Putin podrían seguir contribuyendo a la inestabilidad regional y global

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