La plaga del caudillismo: división de los partidos
Rosario Espinal
Los tres grandes partidos políticos dominicanos de la post-transición de 1978 se dividieron ya: el PRSC, PRD y PLD.
La raíz explicativa de esas divisiones es la prevalencia del caudillismo en la política dominicana que dificulta la democratización de las estructuras partidarias. Y, sin mecanismos democráticos establecidos y funcionales, no hay forma de sortear adecuadamente la sucesión del liderazgo. Tarde o temprano los caudillos se enfrentan o no encuentran reemplazo.
Sin embargo, la modalidad de división y resultado ha variado.
En el ocaso biológico y político de Joaquín Balaguer, el PRSC experimentó un deterioro electoral continuo desde 1994, pero, sobre todo, a partir de la muerte de Balaguer en el 2002. En las elecciones de 2004 el PRSC solo alcanzó 8.6% de los votos y en el 2020 solo 1.8%.
Después de la muerte de Balaguer, caudillo por excelencia, los reformistas, sin poder encontrar reemplazo, se dividieron en cada coyuntura electoral, aunque su dirigencia logró siempre negociar cuotas de poder con el PLD o el PRD, y más recientemente también con el PRM.
La división del PRD, por el contrario, se produjo de manera abrupta en el año 2013.
La mayoría de su dirigencia pasó rápidamente a formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM), donde han logrado convivir hasta el momento las facciones de Hipólito Mejía y Luis Abinader, que se articularon contra Miguel Vargas, quien ha permanecido como cabeza del disminuido PRD.
Desde la formación del PRM, Mejía, aunque compitió en las primarias para las elecciones de 2016 y 2020, no objetó el triunfo de Abinader y lo apoyó en ambas campañas. Esa convivencia ha sido crucial para que el PRM avanzara electoralmente.
Un enfrentamiento entre ellos hubiera significado el rápido naufragio del PRM.
Mientras el PRSC y el PRD se dividieron estando en la oposición, la división del PLD se produjo en el 2019 en el poder. Eso facilitó que la mayoría de los dirigentes permanecieran en ese partido, a pesar de que su figura política más importante, el tres veces presidente del país y presidente del partido, Leonel Fernández, se marchó a formar la Fuerza del Pueblo cuando no pudo asegurar de nuevo la candidatura presidencial (las disputas por la candidatura presidencial entre Fernández y Danilo Medina, presidente de la República en ese momento venían desde el 2007).
Divididos, el voto peledeísta se fraccionó en las elecciones de 2020: el PLD con aliados obtuvo 37.5% de los votos, y la recién formada FP con aliados (incluido el PRSC) 8.9%. El PRM ganó con 52.5%.
Mientras el PRSC fue decayendo con sus sucesivas divisiones y el PRD quedó abruptamente disminuido por la división en el 2013, el peledeísmo, también sometido a una abrupta división, se enfrenta ahora a una lucha feroz para ver quién vence al otro en la captación de votos en el 2024: PLD o FP.
Pero antes, esa lucha pasa por la captación de dirigentes y activistas de un lado a otro para ir afianzando sus estructuras organizativas y ofertas electorales. Unirse es difícil a menos que combatan la plaga del caudillismo.