La Policía Nacional, un juego de tiro al blanco con la cabeza de los ciudadanos.

Lina Paulino.

 Periodista y psicóloga

Todavía recuerdo que cuando estábamos muchachos, mi mamá si  tenía que dejarnos salir solos decía, cualquier cosa si se pierden pregúntenle a un policía o a una persona adulta; sin embargo, hoy en día esas dos figuras ya no aparecen en el mapa de la seriedad, el respeto y la confianza.

En los actuales momentos a decir verdad, no importa que tan dramático parezca y quien se quiera levantar a favor de unos cuantos, lo cierto es que ahora mismo no sabemos en quien confiar,  o si debemos  salir corriendo a un delincuente común  o un agente del ¨orden¨,  y los constantes hechos acaecidos en los últimos años, incluyendo el reciente asesinato de Ranieri Ureña un joven chef  el cual supuestamente desacato una orden de pare no me dejan mentir.

Pero quiero analizar esta triste realidad desde las perspectivas de la preparación moral, emocional y académica de los encargados de velar por la seguridad ciudadana.

Supe por medio a la historia contada por mi madre, y vuelvo a mencionarla, porque veo como sufre  y no entiende nada de  esto que  está pasando en su país, dice ella,  al tiempo de señalar que anteriormente habían militares y policías que no sabían ni escribir su nombre, pero que ese uniforme para ellos  y para la ciudadanía tenía un valor incalculable y agrega  que estos  ganaban la misma miseria que en la actualidad.

Entonces, ¿desde donde caímos y por qué?, quizás la respuesta sea sencilla, la corrupción se ha diseminado, ha alcanzado todas las esferas e incluso ha salpicado a los de abajo. Antes, se puede decir, lo mal hecho estaba reservado para unos cuantos, ajenos antes los ojos de los demás, hoy, los demás dijeron, o bailamos todos o se para el baile y se les ha ido de las manos; todos quieren una tajada de la torta no importa cómo ni donde la consigan.

Los militares y policías no están ajenos a todo esto, los corruptos han tenido que contar con su apoyo y dejarlos actuar a su forma con el fin de que todos puedan servirse de la copa vil de la sangre del inocente, quienes caen abatidos ante el juego del tiro al blanco, sin que nadie se haga responsable de la bala, porque detrás de cada disparo se esconde una historia que a nadie le conviene contar.

Y visto desde allí, la moral no es necesaria, la educación mucho menos y la preparación académica, también la podemos exonerar,  y pareciera que el único requisito para ingresar a las filas,  es estar dispuesto a todo, y eso se  evidencia y todos somos testigos, que aquellos a quienes considerábamos los más peligrosos del barrio, son quienes ahora tienen un uniforme y arma en la cintura  y se pasea amenazante por todas las esquinas.

En tal sentido, no voy a filosofar en lo que debe o no  hacerse, no voy a perder ese tiempo, ellos lo saben, para no les interesa, no hay voluntad política, y ante un nación comprada por el clientelismo, no sé si merezcamos algo mejor.

Mientras tanto, a aquellos que permanecemos en el canal de la mona en el medio de los tiburones, solo nos queda encomendarnos a la misericordia de Dios, porque da lo mismo ahogarse en la impotencia o ser devorados por el sistema. 

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