La presencia haitiana y nuestros 180 años de independencia
Por Manuel Jiménez
La República Dominicana celebra este martes el 180 aniversario del inicio de su lucha independentista, marcando el comienzo de su separación de Haití, un proceso que culminó con la consecución de su Independencia Nacional, convirtiéndose en una nación libre y soberana.
Casi dos siglos después de su independencia, la nación enfrenta un crecimiento desbordado no solo de la migración haitiana percé, sino también de su dependencia de la mano de obra extranjera, especialmente en sectores clave como la construcción, la agricultura y, de manera preocupante, en el sector turístico, que se ha convertido en un pilar económico fundamental.
Al conmemorar 180 años de Independencia Nacional, nos encontramos en un contexto donde más del 38% de los partos registrados en hospitales públicos corresponden a mujeres haitianas. Surge la sospecha de que algunos de estos nacimientos podrían estar siendo registrados como dominicanos, mientras que otros reflejan su verdadero origen, haitiano.
Aunque no existen cifras confiables sobre la cantidad exacta de haitianos que han emigrado a la República Dominicana, la percepción general indica que son muchos. Algunos estiman que esta migración podría alcanzar cerca de dos millones de personas, cifra que no parece distante de la realidad al observar cómo han construido comunidades en sectores marginados de nuestras grandes ciudades y en áreas cercanas a destinos turísticos.
Históricamente, la migración haitiana ha tenido una motivación principalmente económica. Sin embargo, en los últimos años, la falta de institucionalidad, la inestabilidad gubernamental y el aumento de la violencia, generando un ambiente inseguro, se han convertido en los principales factores impulsando este éxodo.
La situación en Haití ha sido históricamente compleja y ha enfrentado desafíos significativos en áreas políticas, económicas y sociales. La inestabilidad política e institucional ha sido una constante, con cambios frecuentes en la administración gubernamental, elecciones tardías y disputadas, acompañadas de protestas sociales, todo lo cual ha debilitado las instituciones políticas y limitado la capacidad del gobierno para abordar eficazmente los problemas del país.
Económicamente, Haití enfrenta una pobreza generalizada, falta de oportunidades de empleo, insuficiencia de infraestructuras y vulnerabilidad a desastres naturales. La corrupción y la falta de inversiones sostenibles han afectado su economía, mientras que su escasa dependencia de la agricultura ha contribuido a su vulnerabilidad.
Con el título de uno de los países más pobres del hemisferio occidental, la mayoría de la población haitiana vive en condiciones de pobreza extrema, con acceso limitado a servicios básicos como educación y salud. La situación de seguridad es motivo de gran preocupación, con la presencia de pandillas armadas exacerbando la inseguridad y dificultando las operaciones gubernamentales.
A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, incluyendo organizaciones humanitarias y agencias gubernamentales, los desafíos de Haití persisten. Los intentos por abordar estos problemas han sido insuficientes, requiriendo soluciones a largo plazo y esfuerzos coordinados que hasta la fecha no han dado los resultados esperados.
En contraste, La República Dominicana ha experimentado un notable crecimiento económico y ha alcanzado una mayor estabilidad en las últimas décadas.
Este progreso se ha reflejado en diversos sectores, como el turismo, la construcción y la agricultura, contribuyendo a la diversificación de la economía. La atracción de inversiones extranjeras, el desarrollo de infraestructuras y políticas económicas sólidas han sido elementos clave en este éxito. Aunque persisten desafíos, como la migración y la dependencia de mano de obra extranjera, el país ha logrado consolidar su posición como una de las economías más dinámicas de la región.
La estabilidad económica dominicana se ha traducido en mejoras en los indicadores sociales, con avances notables en áreas como la educación y la salud. Además, la capacidad del gobierno para abordar desafíos internos, junto con un compromiso con políticas orientadas al desarrollo sostenible, ha contribuido a la creación de un entorno propicio para el crecimiento continuo. El éxito económico de la República Dominicana destaca no solo su resiliencia frente a desafíos históricos, sino también su capacidad para atraer inversión y promover el bienestar de su población.
En este escenario, la inestabilidad en Haití seguirá ejerciendo presión sobre el aumento de la migración hacia la República Dominicana, sobre todo en un contexto de debilidad en nuestras medidas migratorias y de indiferencia gubernamental en la aplicación de controles y repatriación de esta presencia extranjera.
Dadas las condiciones de nuestros vecinos y las debilidades que asumimos en el plano migratorio, el futuro que nos espera es incierto. La presión de organismos internacionales intentando que aceptemos una realidad que no nos corresponde, siempre en un intento por minimizar su papel en la búsqueda de una solución estable y duradera al drama haitiano, añade una capa adicional de incertidumbre en nuestro panorama futuro.