La relación con Haití a lo largo de décadas: Experiencias y desafíos

Por Manuel Jiménez

A lo largo de mi carrera como periodista, he visitado Haití en cinco ocasiones. Cuatro de esas visitas estuvieron marcadas por la presencia de presidentes de la República Dominicana: Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández en dos ocasiones y una comitiva oficial después que Hipólito Mejía, a última hora, canceló su anunciada presencia a la capital haitiana debido a la tensión previa a la toma de posesión del Presidente electo René Préval. Estos viajes me han permitido experimentar diferentes facetas de la relación entre ambas naciones y el trato brindado por nuestros vecinos haitianos.

En la década de los 80, el presidente dominicano Salvador Jorge Blanco llevó a cabo una histórica visita oficial a Haití, convirtiéndose en el primer jefe de Estado dominicano en hacerlo después de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. La recepción en el Aeropuerto Internacional Toussaint Lovertoure de Puerto Príncipe fue espectacular. La delegación dominicana, que llegó en un vuelo de Dominicana de Aviación, fue recibida con honores de Estado por un batallón de la Guardia Presidencial de Haití, que lucía uniformes de gala. El protocolo de bienvenida fue meticulosamente organizado, con asientos asignados para cada miembro de la comitiva, incluyendo periodistas.

Una vez terminada la recepción de bienvenida en la terminal aérea, lo más impactante fue la cantidad de haitianos que se agolpaban a lo largo del recorrido de la caravana hacia el Palacio Presidencial y que ondeaban banderines con los colores de la Bandera de la República Dominicana. Este gesto amigable y fraterno dejó una impresión imborrable.

Luego de una reunión oficial entre los presidentes Jorge Blanco y Jean Claude Duvallier, se firmaron varios acuerdos y declaraciones de intención. El presidente Duvallier ofreció un lujoso banquete en una residencia presidencial en Petion Ville, en las afueras de Puerto Príncipe. El evento fue un derroche de hospitalidad y camaradería, con caviar y exquisitas bebidas, incluyendo champagne Don Perignon. La velada culminó al caer la noche cuando la comitiva presidencial fue escoltada de nuevo al aeropuerto. Ya a bordo del avión, de manera espontánea, alguien comenzó a entonar el Himno Nacional de la República Dominicana, al que se unieron el resto de las voces de la comitiva como si todos los presentes quisieran reafirmar su orgullo patrio después de esa visita a tierra haitiana.

Sin embargo, a pesar de los acuerdos bilaterales firmados durante esa visita, la inestabilidad política en Haití después de la caída de Duvallier obstaculizó su implementación, convirtiéndose en un patrón en las relaciones bilaterales.

Mis visitas posteriores a Haití en viajes presidenciales revelaron experiencias y actitudes muy diferentes. Uno de los episodios más notables fue el peligroso ataque al entonces presidente Leonel Fernández. Durante este incidente, el vehículo presidencial fue atacado a tiros justo al salir de una reunión oficial del palacio presidencial en Puerto Príncipe, lo que estuvo a punto de degenerar en una tragedia; solo la actuación profesional de la seguridad dominicana, con la guía de un helicóptero militar, logró llevar al presidente a salvo a la terminal aérea de Puerto Príncipe, desde donde continuó su viaje a México.

Este incidente me llevó a escribir extensamente sobre el tema en el periódico Hoy, donde trabajaba en ese momento.

Lo que quiero destacar es cómo a lo largo de los años, la actitud de los haitianos hacia los dominicanos ha evolucionado, especialmente en un contexto en el que la emigración de ciudadanos haitianos a la República Dominicana ha aumentado considerablemente. A medida que buscan refugio en nuestro país para escapar de la pobreza, la marginalidad y la violencia en su tierra natal, las diferencias y desafíos en nuestra relación bilateral también se han profundizado.

Este reciente conflicto relacionado con la construcción de un canal de riesgo sobre el Río Masacre en el lado haitiano y la consecuente reacción del gobierno dominicano se suman a la larga historia de inestabilidad en la relación bilateral. Esta inestabilidad se ve exacerbada por la falta de gobernabilidad en el lado haitiano y la ausencia de un interlocutor válido entre las dos naciones, lo que dificulta el abordaje de temas cruciales en esta relación.

Haití continúa inmerso en una profunda crisis, manifestada a través del empeoramiento de la pobreza, la marginalidad social y, sobre todo, la inseguridad. En este contexto, bandas armadas actúan como ejércitos irregulares que influyen en la dinámica y el funcionamiento del país. Mientras tanto, la República Dominicana, como vecino que no lo desean pero lo necesitan, se ha convertido en un colchón que amortigua los efectos de esta crisis social y política. Afortunadamente, esta situación no ha desencadenado en una revuelta armada, pero las consecuencias de una escalada de la crisis podrían ser devastadoras para ambos países.

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