Las confesiones de Meriño

 Miguel Reyes Sánchez

En diversas ocasiones escuchamos a nuestro querido cardenal decir la frase de que “debajo de esta sotana hay un hombre”, demostrando su virilidad en los asuntos públicos cuando tenía que expresar su opinión sobre un tema nacional o poner en su sitio a algunos personajes que hacían tropelías.

Pero en la historia eclesiástica dominicana, a quien más le ajusta esa frase es a monseñor Fernando Arturo de Meriño, quien fue el primer arzobispo de Santo Domingo y también ocupó la Presidencia de la República, pues su ejercicio de la masculinidad no solo era académico o político sino también físico, pues a pesar de sus votos de castidad sentía gran pasión por las féminas.

Con la reciedumbre que hablaba fue considerado un orador “pico de oro”. Valiente, audaz e inteligente, pero a su vez cuentan las féminas que era un gran seductor, tierno y apasionado.

Solo basta leer las páginas de “Monseñor Meriño, Íntimo”, una especie de diario escrito por Amelia Francasci, para transportarnos a escenas llenas de romanticismo que revelan sutilmente la intimidad del monseñor.

Su desdén hacia la vida casta convertía su confesionario en vez de un lugar de constricción y comunión con el Señor, en el lugar favorito para sus encuentros carnales. Su varonil aspecto era un atractivo y seducción para muchas damas que acudían con entusiasmo a confesarse.

El padre Meriño fue progenitor de varias familias destacadas: los Logroño y los Defilló. Con Isabel Logroño tuvo a Álvaro Logroño y a Josefa Logroño. Mientras que con Leonor Defilló Amiguet tuvo al insigne médico Fernando Alberto Defilló.

La descendencia conocida del sacerdote esta compuesta por prestigiosos profesionales que han realizado importantes aportes al país, entre ellos un querido galeno cardiólogo, quien de solo verlo es una persona muy parecida a las fotografías que tenemos de Meriño.

Esa situación de sacerdotes con hijos ha sido una constante en la historia, desde connotados jerarcas hasta los más humildes servidores religiosos.

La castidad en el clero se codificó en el siglo XII. Varios papas estuvieron casados: “Inocencio VIII, Alejandro VI, Félix III 483-492 (2 hijos), Hormidas 514-523 (1 hijo), Silverio (Antonia) 536-537, Adriano II 867-872 (1 hija), Clemente IV 1265-1268 (2 hijas) que, además de casado, tuvo 10 hijos ilegítimos con su amante y con la madre de esta, Félix V 1439 1449 (1 hijo)”.

Asimismo, otros papas tuvieron hijos después de la codificación de 1139 (Concilio de Letrán II): Inocencio VIII (1484-1492) varios hijos; Julio (1503-1513) 3 hijas; Pablo III (1534-1549) 3 hijos, 1 hija; Pío IV (1559-1565) 3 hijos; Gregorio XIII (1572-1585) 1 hijo”.

El Vaticano no ha podido ignorar la situación, incluso el propio papa Francisco ha afirmado que “el celibato clerical no es un dogma de fe sino un reglamento de la Iglesia… No siendo un dogma de fe, siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo”.

Todo luce que pronto el celibato será una opción no obligatoria para quienes elijan ese estado de vida.

Listín Diario

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