Lecciones de la crisis de 2008

Margarita Cedeño@Margaritacdf

En el 2008, la humanidad enfrentó una gran crisis financiera y económica de magnitud global, fruto de un conjunto de decisiones cuya responsabilidad es compartida entre los organismos reguladores, el sector bancario y las agencias calificadoras de riesgo. En aquel momento, proliferaron los estudios y análisis que buscaban dar sentido a la crisis, explicar sus causas y predecir o analizar sus consecuencias en el corto, mediano y largo plazo. Luego vendrían los documentales, las películas, las series de televisión, las referencias en la cultura popular y, claro está, lo peor y más difícil, las repercusiones directas a los ciudadanos de los países afectados.

De aquella crisis aprendimos mucho. Se supone que, en teoría, lo que aprendimos de aquella crisis nos preparó para las siguientes que de seguro sucederían. De esa manera, los bancos se capitalizaron mejor y se realizaron las famosas pruebas de estrés para simular las capacidades de las entidades financieras para soportar un deterioro general de la economía o una situación de impago o de desempleo.

Pero las condiciones tan particulares de la crisis a la que nos enfrentamos colocan al mundo en una situación particular. Aunque existe consenso de que habrá una salida relativamente rápida a las dificultades que enfrentamos en la actualidad, no menos cierto es que la inflación, la disrupción de los mercados, el alto precio del petróleo, el desempleo, la situación geopolítica y el alto nivel de deuda pública de la mayoría de los países del mundo, generan un panorama particular que podría agravar la situación económica, especialmente de aquellos que menos tienen o que viven en la vulnerabilidad.

Lo más preocupante, a nuestro juicio, es que las políticas para enfrentar la pandemia, las que conciernen al aspecto monetario y aquellas que se desprenden del aspecto fiscal, están divorciadas unas de otras, lo que parece indicar que los sectores de la economía están recibiendo estímulos disímiles que no necesariamente generan resultados positivos. Hay otros sectores que no están recibiendo los estímulos necesarios y, otros tantos, no reciben ninguno.

A cada crisis nuestra economía llega con mayores fortalezas que en el pasado, pero aún persisten riesgos estructurales que deben ser abordados desde la institucionalidad y con el consenso de los principales actores económicos y políticos.

Es el momento idóneo para actualizar y retomar la ruta de fortalecimiento de nuestra economía plasmada en la Estrategia Nacional de Desarrollo, que fue una respuesta a aquella crisis del 2008 y que conserva tareas pendientes que los vaivenes de la política han obstaculizado.

Además, y es un tema que se repite, ha quedado evidenciada la urgente necesidad de mejorar la institucionalidad para coordinar las políticas macroeconómicas mundiales. En un mundo más interrelacionado que nunca, el buen o mal manejo de la economía en una parte del globo terráqueo afecta o impacta, considerablemente, al resto de la humanidad.

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