Lilas del Ozama: El verdor que evidencia nuestro mayor crimen ambiental

Por Frank Segura

Ingeniero Químico y Comunicador

Se hicieron virales recientemente imágenes del río Ozama cubierto de una alfombra verde de lilas(Jacinto de Agua) que, a simple vista, pueden parecer un jardín acuático. Pero este manto no representa vida. Es, por el contrario, la más clara evidencia de décadas de abandono, contaminación e indiferencia.

La proliferación masiva de estas plantas acuáticas y de algas delata que estamos asfixiando el río Ozama, ya que su crecimiento se debe al exceso de nutrientes indeseados en el agua, específicamente fósforo y nitrógeno, provenientes de aguas residuales, desechos industriales y basura orgánica. Esto debido al fenómeno conocido como eutrofización, un proceso que enriquece el agua con nutrientes y provoca una expansión de vegetación que termina agotando el oxígeno.

Cada día, miles de toneladas de desperdicios contaminantes son vertidos al afluente, rompiendo el equilibrio ecológico y la calidad del agua. Al descomponerse, consumen el oxígeno y ahogan toda posibilidad de vida acuática.

Sin oxígeno disuelto (OD), el río no puede degradar aeróbicamente la materia orgánica que recibe, dando espacio a las bacterias anaeróbicas. En este ambiente anóxico, estos microorganismos toman el control generando subproductos tóxicos: sulfuro de hidrógeno (H2S), que desprende el característico olor a huevo podrido; metano (CH4), gas de efecto invernadero; y amoníaco (NH3), altamente tóxico para cualquier forma de vida.

Es así como el fondo del río se convierte en una zona de sedimentos negros, pestilentes y nauseabundos donde nada sobrevive, generando un círculo vicioso que se autoalimenta: más basura, más nutrientes, más lilas y algas, que a su vez bloquean el oxígeno y la luz solar, impidiendo la fotosíntesis de plantas acuáticas nativas y provocando más descomposición anaeróbica.

Recientemente, el Gobierno dominicano declaró prioridad nacional el rescate del río Ozama e Isabela, reconociendo el nivel de esta problemática que ha sido ignorada por décadas. El Ejecutivo planteó acciones coordinadas entre la Unidad Ejecutora para la Readecuación de Barrios y Entornos (URBE) y el Ministerio de Medio Ambiente, en la línea de reubicación de asentamientos humanos que ocupan las riberas y el remozamiento de sus infraestructuras, así como la supervisión técnica y ambiental del proyecto, asegurando el cumplimiento de estándares nacionales e internacionales de protección ambiental.

Del mismo modo, la Alcaldía de Santo Domingo Este y su alcalde, Dío Astacio, buscan soluciones para el saneamiento de las aguas del río, evaluando barcos con tecnología de ozono y oxigenación del fondo, utilizados en Miami por más de 20 años.

Pero tal y como expresó Dío Astacio en una reciente disertación refiriéndose a este tema, «la serpiente se mata por la cabeza». Para esto debemos aplicar estrictamente las leyes medioambientales a cientos de industrias y mataderos que vierten contaminantes al río, así como el tratamiento de las aguas residuales de la población ribereña. Prevenir la contaminación es la acción esencial. El desafío es enorme y acciones aisladas no serán suficientes.

Esperemos que este sea el punto de inflexión en que nuestros gobiernos central y municipal caminen de la mano junto a la población para recuperar esta riqueza natural tan importante para la vida en el Gran Santo Domingo.

Para lograrlo, debemos entender que los pilares fundamentales son la educación ambiental de la población, la gestión responsable de los residuos domésticos e industriales y la restauración del equilibrio ecológico perdido.

Solo así podremos devolverle al Ozama y a nuestras costas capitalinas la vida que merecen.

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