Los antivacunas, la derecha, los neonazis y la pandemia

Por Manuel Jiménez

Las calles y plazas de las principales ciudades europeas han sido escenarios de grandes concentraciones de quienes se oponen a la vacuna obligatoria y a la adopción por parte de los gobiernos de medidas de confinamientos para combatir la pandemia del Covid-19.

Apegados al principio de la libertad individual, incluso haciendo uso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, estas personas se enmarcan en que “yo hago con mi vida lo que quiera” y que ningún poder sobre la tierra tiene el derecho de limitar su libertad de tránsito, pero más aún, no hay ninguna ley, según su concepción, que les obligue a vacunarse. Para ellos, inocularse es una opción, no un mandato.

En Viena, la capital de Austria, marcharon este sábado unas 30 mil personas, según estimación de La Policía local, en protesta por el anuncio de la coalición gobernante, apoyada por la oposición socialdemócrata y liberal, de que en los próximos días presentará al Parlamento una ley que regule la vacuna obligatoria contra el coronavirus y que entrará en vigencia este primero de febrero.

Estas protestas, que igualmente han tenido lugar en Bruselas, Holanda, Francia y el Reino Unido, principalmente, no están exentas de motivaciones políticas y entre sus convocantes y en el caso de Austria, concretamente, suelen acudir extremistas de derecha y neonazis, según reportan agencias de prensa internacionales.

Las redes sociales son el medio por excelencia para la convocatoria y se recurre con frecuencia a consignas que rememoran las usadas por los nazis en los campos de concentración. Por ejemplo, en esas mismas redes aparecieron fotos de una pancarta con una foto de Adolf Hitler y el mensaje «vacunar hace libre», en clara alusión al lema «trabajar hace libre» que usaban los nazis en los campos de concentración.

Sin embargo, se pecaría de ligero si el liderazgo de estas protestas se atribuye únicamente a la ultraderecha y los xenófobos neonazis. En Europa, donde predominan muchos movimientos anti vacunas, se concentran gente de derecha e izquierda, o sencillamente anarquistas que buscan pescar en río revuelto y las concentraciones, en más de unos casos, han sido contaminadas con acciones de violencia y amenazas al orden establecido.

Se ha repetido mil veces que el mundo no estaba preparado para enfrentar una pandemia de las dimensiones y consecuencias como la que afronta la humanidad actualmente.

Este 16 de enero,  la Universidad Johns Hopkins, acreditada como referente mundial en las estadísticas mundiales relacionadas con la pandemia, esta reportando 326 millones 350 mil 101 contagios, con 5 millones 536 mil 448 muertos a nivel mundial.

Hay que observar un dato reciente ofrecido por la Organización Mundial de la Salud de que esta nueva variante Ómicron duplica el número de contagios que se registran cada 24 horas, y aunque se asume que se trata de un tipo menos letal, provoca colapso en los servicios de salud, pues no todos los países muestran los mismos rangos de vacunación contra esta terrible enfermedad.

Europa, Estados Unidos, Reino Unido, La India y en menor medida América Latina reportan prácticamente a diario cifras récord de contagios, las camas en los hospitales escasean (incluso en República Dominicana donde la letalidad ha mostrado indicadores bajos) y el ausentismo laboral está en aumento, impactando los servicios tanto a nivel público como privado.

Aunque se asume la existencia de un protocolo universal para prevenir y enfrentar la pandemia, lo cierto es que los países aplican políticas sanitarias ajustadas a su propia realidad, unos se inclinan por nuevos confinamientos, pero otros se deciden por mantener total apertura, limitándose a recomendaciones de vacunarse, el uso de mascarillas y el distanciamiento social.

Pero esta crisis sanitaria, con serias repercusiones en el ámbito económico, tiene lugar en un mundo que se torna cada vez más complejo y con tendencias de pensamientos y actitudes, promovidas de forma masiva por redes sociales, que complica la gestión de la pandemia, pues los gobiernos se cuidan de los efectos políticos de sus medidas y del impacto que pudieran tener en la actividad económica.

Por el otro lado, están los anti vacunas y anti confinamientos que defienden “sus derechos” olvidando que también hay otro segmento de la población que igualmente goza de otros derechos fundamentales, tales como a la paz, pero esencialmente a la salud. Tus derechos empiezan donde terminan los míos o viceversa. Las condiciones en que se enfrenta esta crisis desde el punto de vista constitucional-legal tendrán que ser revisadas más tarde o más temprano.

Habrán de surgir iniciáticas legislativas de reformas en términos, incluso, de derechos civiles y políticos, referidas de manera esencial al campo de las garantías de protección a la salud, es la creencia mayoritaria de ciudadanos y ciudadanas sensatos que sí entienden que su salud es prioritaria y que los gobiernos tienen el deber de protegerla por encima de caprichos y actitudes ridículas de grupos minoritarios. Si esto vino para quedarse, es lo que nos dicen, entonces, tenemos que ir preparando la casa.

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