Los apátridas de Daniel Ortega

Flavio Darío Espinal

Sergio Ramírez fue un miembro prominente de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua (1979-1985) encabezada por Daniel Ortega luego de la llegada triunfal al poder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en julio de 1979, tras largos años de una insurrección legítima contra la dictadura de los Somoza que duró cuarenta y dos años, desde 1937 a 1979. Fue luego vicepresidente de Ortega en el gobierno que este encabezó entre 1985 y 1990 tras su elección en las primeras elecciones democráticas que tuvieron lugar en ese país luego de décadas de dictadura.

Al final del gobierno sandinista en 1990, con el triunfo electoral de Violeta Chamorro, comenzó un proceso de crítica y autoexamen por parte de importantes figuras del sandinismo, entre ellos Sergio Ramírez, que los llevó a tomar distancia y, eventualmente, a convertirse en opositores de lo que quedó de ese movimiento político que fue totalmente instrumentalizado, para beneficio particular, por Daniel Ortega y su esposa Rosa Murillo. Ramírez plasmó sus reflexiones sobre aquella primera etapa sandinista, en la que él fue un líder de primera línea, en su maravilloso libro Adiós muchachos, título que tomó de la canción de Carlos Gardel Adiós muchachos, compañeros de mi vida, que resultó ser muy apropiado para marcar simbólicamente una ruptura política con el orteguismo y su clan político-militar que lamentablemente distorsionó al extremo una fuerza política -el sandinismo- que tanto entusiasmo y esperanza generó no solo en Nicaragua sino en todas las fuerzas progresistas de América Latina.

Con una decena de libros publicados, Sergio Ramírez se ha convertido en uno de los más destacados escritores latinoamericanos contemporáneos al punto de recibir en el 2017 el más prestigioso premio de literatura en lengua castellana, el Premio Cervantes. Aunque dedicado a la literatura como profesión, Ramírez ha mantenido, con su autoridad moral, un compromiso con la democracia en su país, la cual, irónicamente, ha sido destruida por no otro que Daniel Ortega, quien desde su vuelta al poder en el 2007 se ha dedicado a desarticular las frágiles instituciones democráticas nicaragüenses y a decimar, mediante una represión implacable, a las fuerzas opositoras.

Después de encarcelar a los siete potenciales candidatos opositores previo a las elecciones de 2022, así como reprimir y encarcelar a activistas políticos, sociales y eclesiales que han denunciado la violación sistemática de los derechos humanos, la última acción represiva del gobierno dictatorial de Ortega, cínica y despiadada, ha sido despojar de la nacionalidad nicaragüense a Sergio Ramírez, a su esposa Gertrudis Guerrero, a la legendaria “comandante dos” Dora María Tellez y a otros trescientos opositores más, además de confiscarles sus bienes. Más aún, en una acción grotesca, Ortega no se conformó con montar en un avión a 222 opositores y enviarlos al exilio, sino que, mientras estos volaban hacia su destino final, puso a operar la macabra maquinaria legal del régimen para despojar de su nacionalidad a estas personas y dejarlas literalmente apátridas.

El gobierno de Ortega, con el alegato de que son traidores a la patria –atención con esta imputación que puede ser usada para diferentes propósitos-, ha convertido a estos opositores políticos en no personas, en seres desechables que no merecen si quiera tener la nacionalidad de la tierra que los vio nacer. Se trata de una violación flagrante a la Constitución nicaragüense, al derecho interamericano de los derechos humanos y al propio derecho natural, que reconocen como uno de los más sagrados derechos, merecedor de la más estricta protección, el derecho a tener una nacionalidad, en este caso la nacionalidad del Estado en el que nacieron, crecieron y vivieron estas personas, al que están atados por vínculos naturales y jurídicos indisolubles.

Con una oposición política desarticulada y pulverizada por el propio régimen, con una sociedad civil débil, con un empresariado acomodaticio que solo parece pensar en sus propios intereses, y con un control absoluto de los mecanismos de represión por parte del gobierno dictatorial de Ortega, hay poca esperanza de que la democracia pueda restablecerse en el corto plazo en Nicaragua. Por su parte, la comunidad interamericana en la Organización de los Estados Americanos (OEA), uno de cuyos valores es la defensa de la democracia, se encuentra demasiado dividida para llevar a cabo acciones relevantes a favor de la democracia en ese país centroamericano. La retórica de defensa de la soberanía de muchos gobiernos sirve de excusa para mirar hacia otro lado y no pedirles cuentas a Daniel Ortega, quien quiere hacerse pasar, con la complicidad de muchos en nuestra región, como si fuese todavía aquel líder revolucionario del movimiento sandinista que tanta admiración generó.

Llama particularmente la atención la timidez, por decirlo de alguna manera,  de la izquierda latinoamericana que ha llegado al poder democráticamente en condenar los desmanes de la dictadura Ortega-Murillo, aunque el presidente Gabriel Boric ha elevado su voz de solidaridad con Sergio Ramírez y los demás opositores desterrados por el gobierno sandinista, en tanto el gobierno de México ha ofrecido asilo a los exiliados y el gobierno colombiano le ha otorgado la nacionalidad a Ramírez. De Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, es de quien se debe esperar más pues está de vuelta al poder por la defensa de la democracia que tanto en su país como en el exterior se ha llevado a cabo en contra de los intentos golpistas de la ultraderecha bolsonarista, antes y después que llegara al poder. De los gobiernos brasileño, mexicano, chileno y colombiano, así como de toda la comunidad interamericana, se espera más, mucho más, de lo que se está haciendo para “llamar a capítulo” a Daniel Ortega para que cesen los abusos despiadados de los derechos humanos y Nicaragua se reencauce por el camino de la democracia y la legalidad. Como nota final, vale señalar que Sergio Ramírez visitará República Dominicana del 17 al 21 de mayo de este año con su festival literario Centroamérica Cuenta (que no puede celebrar en su propio país) con el coauspicio de la Fundación René del Risco Bermúdez, evento que atraerá a grandes personalidades de la vida literaria  e intelectual de Iberoamérica. A él lo esperaremos con los brazos abiertos no solo como el gran escritor que es, sino como un gran amigo de la República Dominicana y un luchador infatigable por la democracia y la libertad

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias