Lula presenta a Brasil –y a sí mismo– como nuevo líder del Sur Global en la Asamblea de la ONU

NACIONES UNIDAS, 19 sept  — “Brasil está de vuelta”. Ese ha sido el lema de Luiz Inácio Lula da Silva durante la mayor parte del último año, en el que el presidente ha presentado a Brasil —y a sí mismo— como líder del Sur Global, que ya no se conforma con el funcionamiento anticuado del mundo.

Lula frustró el año pasado el intento de reelección del expresidente derechista Jair Bolsonaro, quien mostró escaso interés en la geopolítica o la diplomacia en sus cuatro años en el cargo. Lula, en cambio, ha recorrido el mundo y visitado 21 países en los últimos meses, de Estados Unidos a China, de Italia a India, de Argentina a Angola. Ha intentado reforzar las credenciales de Brasil con cada visita estatal y cada discurso, de un foro internacional a otro.

El martes, su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas supuso su regreso a esa sala por primera vez desde 2009, el último año de su segundo mandato.

“Brasil se está reencontrando consigo mismo, con la región, con el mundo y con el multilateralismo”, manifestó Lula. “Como no me canso de decir: Brasil está de vuelta. Nuestro país está de vuelta para dar nuestra debida contribución para enfrentar los principales desafíos del mundo”.

La emergente narrativa de la participación activa de Brasil en los asuntos mundiales también sirve para distanciarse de Bolsonaro, quien no era visto como un partidario confiable del multilateralismo, señaló antes del discurso Oliver Stuenkel, profesor adjunto de relaciones internacionales en la Fundación Getulio Vargas, una universidad de Sao Paulo.

La victoria electoral de Lula el año pasado fue la más ajustada en la historia moderna brasileña, y el riesgo de una fuerte polarización de la joven democracia brasileña se hizo evidente incluso después de que asumiera el cargo, cuando los partidarios de Bolsonaro asaltaron la capital en un intento de expulsarlo del poder.

Muchos pensaban que Lula tendría que quedarse en casa para centrarse exclusivamente en asuntos internos y sanar una sociedad dividida. Pero lo ha compaginado con una gira vertiginosa más habitual del segundo mandato de un presidente.

IMPULSAR LA GOBERNANZA MUNDIAL AL ESTILO BRASILEÑO

En sus viajes, Lula ha presionado por una gobernanza global que dé más peso al Sur Global y ha abogado por reducir la dependencia en el dólar para el comercio. Ha dejado claro que Brasil no tiene intención de alinearse con Estados Unidos o con China, las dos mayores economías del mundo y los principales socios comerciales de Brasil.

También se ha negado a sumarse a Washington y a Europa occidental en su respaldo a la lucha de Ucrania contra la invasión rusa, y en lugar de eso ha pedido que un grupo de naciones medie conversaciones de paz.

Luego de que la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto para el presidente ruso Vladímir Putin, Lula dijo que evaluaría la pertenencia de Brasil en la corte.

Los comentarios de Lula sobre algunos de estos temas han causado sorpresa en Washington, e incluso críticas, y algunos estuvieron presentes en su discurso del martes. Una de las partes centrales del discurso fue la lucha contra la desigualdad económica, especialmente en relación con el cambio climático, y pidió a los países ricos que cumplan por fin su promesa de aportar 100.000 millones de dólares al mundo en vías de desarrollo.

“Fue un discurso ambicioso que proyectó a Lula como un líder del Sur Global. Abarcó grandes temas como el clima, la desigualdad, la democracia y la guerra en Ucrania, y apeló a la conciencia del mundo rico para ayudar a resolverlos”, señaló Brian Winter, experto en Brasil y vicepresidente del Consejo de las Américas, con sede en Nueva York.

Cuando Lula asumió el cargo en enero, algunos miembros del gobierno de Biden esperaban que se convirtiera en un firme aliado de Estados Unidos, pero ha habido un reconocimiento de que es más bien un socio que, de acuerdo con Winter, “no cambiará de forma fundamental su visión del mundo”,

Biden y Lula tenían previsto sostener una reunión bilateral en Nueva York el miércoles y participar en un evento con organizadores sindicales, según dijo el viernes a la prensa el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan. Los presidentes de Brasil y Estados Unidos, que ofrecieron el primer y el segundo discurso en la Asamblea General, también suelen charlar unos minutos antes tras bambalinas. Eso no pasó el año pasado cuando Bolsonaro estaba en el cargo.

Al menos en lo que respecta a la guerra de Ucrania, Biden parece estar más dispuesto a dejar de lado las diferencias con aliados complicados a los que necesita mantener cerca en aras de la estabilidad. Su enfoque pragmático quedó expuesto en la cumbre del G20 celebrada este mes en Nueva Delhi, durante sus amistosas interacciones con el primer ministro indio, Narendra Modi, y con el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman. Estos dos mandatarios no han dudado en decir que no a Biden y le han prestado poca atención cuando ha expresado su preocupación por su historial en materia de derechos humanos.

Las discrepancias de Lula fueron expuestas el martes, cuando criticó la política de Washington hacia Cuba, que incluye el embargo, las sanciones y la inclusión en su lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Fue un eco de las declaraciones del sábado en La Habana, donde Lula reavivó las relaciones con la isla caribeña.

El mandatario también visitó en mayo a Nicolás Maduro en Venezuela, donde dijo que las acusaciones de autoritarismo en el país derivan de un relato falso, pese a las detenciones políticas generalizadas y a las interferencias en las elecciones, así como amenazas a periodistas. Algunos en Washington habían esperado en un principio que Lula fuera de ayuda para impulsar una agenda compartida en Venezuela, dijo Winter.

LULA TIENE COMPETENCIA

Lula no es el único con ambiciones de imponer su visión para el mundo en desarrollo. Modi ha intentado hacer lo mismo, y dijo el mes pasado en un discurso por el día de la independencia que “India se está convirtiendo en la voz del Sur Global”. E India tiene más importancia económica y estratégica en el mundo que Brasil, lo que complica las aspiraciones de Lula de interpretar ese papel, señaló Thomas Traumann, analista político brasileño.

Esto quizás fue evidente a principios de mes, cuando Modi anunció la entrada de la Unión Africana en el G20. Su presidente, Azali Assoumani, cruzó rápidamente la sala y los dos hombres compartieron un cálido abrazo. Mientras se abrazaban, Lula permaneció sentado aplaudiendo a unos metros de distancia y casi fuera del encuadre de la cámara. Después, estrechó brevemente la mano de Assoumani.

Lula tendrá la oportunidad de recibir a mandatarios extranjeros para un importante foro multilateral en los próximos años, ya que acogerá el G20 el año que viene y probablemente la cumbre climática de la ONU en 2025. Sus extensos comentarios del martes sobre la necesidad de una transición verde a nivel mundial y los diversos medios que Brasil está aplicando para liderar el camino demostraron su compromiso, dijo Bruna Santos, directora del Instituto Brasil en el Centro Woodrow Wilson.

Lula ya ha sido al menos “una de las voces más importantes en la defensa o transformación de la arquitectura política y económica establecida tras la Segunda Guerra Mundial”, si no la más importante, señaló Paulo Peres, politólogo en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

Su discurso del martes también reflejó las antiguas demandas de Brasil: un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, que “ha ido perdiendo progresivamente su credibilidad”. Pero ese fue sólo uno de los organismos internacionales que, dijo, necesitan una revisión urgente.

“Cuando las instituciones reproducen las desigualdades, son parte del problema, no la solución”, dijo Lula en su discurso.

“La desigualdad tiene que inspirar indignación. Indignación con el hambre, la pobreza, la guerra, la falta de respeto a los seres humanos”, señaló Lula. “Sólo movidos por la fuerza de la indignación podremos actuar con voluntad y determinación para triunfar sobre la desigualdad y transformar efectivamente el mundo que nos rodea”.

AP

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