Malvada transmisión intergeneracional del estatus socioeconómico

Por Juan LLado

Lo peor de ser pobre no es el mar de carencias en que se sobrevive. Peor aún es la condena perpetua de engendrar vástagos que, por lo general, también estarán condenados a ser pobres. En una economía de mercado como la nuestra esa maldición debe ser combatida con la igualdad de oportunidades educativas como pilar fundamental de la política pública contra el flagelo. Sin ella no puede haber movilidad social suficiente. Un evento sobre las Pruebas Nacionales del CIED-PUCMM de la semana pasada evidenció cuán lejos estamos de lograr ese crucial peldaño de la justicia social.

Esa lejanía retrata la inmoral negligencia en la aplicación del criterio de equidad en nuestra política pública contra la pobreza. Esta “se queda muy corta en materia de visión de necesidades y asignación de recursos. Para reformular las prioridades del combate a la pobreza y la desigualdad debe aplicarse el lema marxista/bíblico en una economía de mercado que se precia de socialdemócrata: «De cada cual, según su capacidad, a cada cual según sus necesidades». Esto lo sugiere el Artículo 39 sobre el Derecho a la Igualdad de nuestra Constitución: “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal”.

La aplicación de este mandato constitucional se revela severamente castrada por los pobres resultados del rendimiento escolar entre los 2.6 millones de estudiantes de las escuelas públicas. El certero y oportuno análisis del CIED-PUCMM sobre las últimas Pruebas Nacionales revela una marcada enfermedad de nuestro sistema educativo. Tanto en la parte pública como la privada se evidenció una “desconexión entre los estudiantes promovidos en las escuelas y su aprendizaje. Un 75 % aprueba el curso, pero solamente el 22 % aprende los contenidos”. “Un promedio del 47.25 % de los alumnos promovidos se encuentra en los niveles de desempeño «no satisfactorio» en las áreas de Matemática, Español, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales”. “La fórmula actual de promoción, que otorga un 70 % del valor a la nota del centro y solo un 30 % a la Prueba Nacional, permitió este 2025 que el 75.5 % de los estudiantes que asistieron, de los 85,808 convocados, fueran promovidos a pesar de no demostrar los conocimientos requeridos”.

La investigación del CIED-PUCMM, titulada correctamente como “Análisis desde el Concepto de Oportunidad de Aprender”, es de una amplia y diversa cobertura. No solo se comparan los resultados de las Pruebas Nacionales versus las Notas de Presentación de los docentes por sectores y materias educativas, sino que también se incluyen los sectores patrocinadores de las escuelas (público, privado, semioficial), los resultados por escuela, distrito y regional escolares. En medio del desastroso panorama de los resultados educativos resumido anteriormente, los estudiantes de las escuelas y áreas/barrios más pobres son los que registran peor desempeño (ver las gráficas adjuntas). La funesta conclusión es que la más pobre educación es la brindada a los pobres.

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Los peores resultados se ubican en las áreas rurales y la urbana marginal.
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El peor IGD de las Pruebas Nacionales es el correspondiente a las escuelas públicas.

El mismo director del CIED-PUCMM, el rector emérito Radhamés Mejía, apuntó que “un niño que viene de un contexto de pobreza, su acervo cultural no es el mismo de aquel que viene de un contexto diferente”. De ahí que entre los principales y más relevantes hallazgos de la citada investigación se deriva la existencia de “desigualdades sistémicas que son más agudas en el sector público, la modalidad académica, la tanda nocturna y los territorios vulnerables”. Resulta imperativo pues aplicar la “equidad como principio rector: priorizar territorios vulnerables y sistematizar buenas prácticas”. Es imperativo “cerrar la brecha como compromiso ético y social”. Y esto no es porque la PUCMM tenga una “opción preferencial por los pobres”.Con datos del Banco Mundial, la IA dibuja el panorama de la movilidad social en nuestro país (ver gráfico): “En los últimos 39 años, la RD ha experimentado una notable transformación en las condiciones estructurales que sustentan la movilidad social. La desigualdad de ingresos, medida por el índice de Gini, disminuyó de más de 50 a principios de la década de 1990 a alrededor de 38 en 2024, lo que refleja una reducción gradual de las brechas de ingresos. La pobreza se redujo aún más bruscamente, de aproximadamente dos tercios de la población en la década de 1980 a menos del 30 por ciento en la actualidad, impulsada por el crecimiento económico sostenido, los programas sociales y la urbanización. Mientras tanto, las tasas de finalización de la escuela secundaria inferior aumentaron de alrededor del 25 por ciento a casi el 80 por ciento, lo que indica mejoras importantes en el acceso a la educación y una base más sólida para la movilidad ascendente.

A pesar de estos avances, la informalidad persistente, las disparidades regionales y la calidad desigual de la educación continúan limitando la movilidad intergeneracional, lo que significa que, si bien las oportunidades se han ampliado, el ritmo de la verdadera igualdad de oportunidades sigue siendo desigual entre los grupos sociales”. “Múltiples estudios empíricos y evaluaciones del Banco Mundial señalan que la RD ha experimentado históricamente una movilidad intergeneracional limitada del ingreso y que las ganancias del crecimiento se distribuyeron de manera desigual entre las poblaciones rurales y pobres”.

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Evolución de la desigualdad (índice de Gini), ), las tasas de pobreza y la finalización de la escuela en el periodo 1986–2024 (Banco Mundial).

Ante tan enorme reto de la política pública es preciso emplazar a la clase política a que adopte un verdadero compromiso con la calidad educativa y, más particularmente, con una opción preferencial con las escuelas de los territorios donde residen los pobres. El dorso de ese compromiso debe consistir en doblegar el espíritu levantisco de la ADP, un elemento esencial para evitar que los mayores daños provenientes de sus incansables paros sean contra los pobres. Tal y como señaló el periódico HOY en un reciente editorial: “Sin exageración, hay que decirle a la ADP, a sus directivos mayores y a los regionales, al profesorado en general, que la sociedad dominicana está cansada de sus abusos, que reclamar no es molestar, no es lesionar, no es abusar, mucho menos cuando los reclamos provienen de maestros. Y al Ministerio de Educación hay que decirle, sin medias tintas, que ya es hora de que actúe con los recursos que la ley pone en sus manos”.

Será pues necesario fortalecer la equidad de la política educativa para mitigar la transmisión intergeneracional del estatus socioeconómico. Si la igualdad de oportunidades educativas sigue siendo la cenicienta de la política educativa no habrá una movilidad social significativa y los pobres seguirán hundidos en el ostracismo social y la miseria. Con la incapacidad de los pobres de llegar al poder “esta sociedad seguirá postrada en la furnia de la injusticia social que prevalece actualmente. Y lo estipulado por el Articulo 39 de la Constitución seguirá siendo una quimera y la desigualdad social campeará por sus fueros.

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