Marta Aponte Alsina: «La relación entre madre e hijo suele ser problemática»

Barcelona, 24 jun (EFE).- La escritora puertorriqueña Marta Aponte Alsina, con ancestros en Mallorca, tuvo claro nada más descubrir la figura de Raquel Helena Hoheb, a partir de un libro autobiográfico de su hijo, el poeta norteamericano William Carlos Williams, que merecía una novela, «La muerte feliz de William Carlos Williams».

En una entrevista con Efe, después de participar en Barcelona en el Festival KmAmérica, la autora de Cayey ha explicado que llegó a esta mujer, una de las pintoras de Puerto Rico más importantes del siglo XIX, tras leer un ensayo del latinoamericanista Julio Ramos en el que aludía a la autobiografía de Williams y quedó «asombrada» de lo que allí se contaba sobre la población de Mayagüez, de donde esa mujer era originaria.

A la vez, empezó a indagar en las relaciones entre el poeta, conocido sobre todo por una obra como «Paterson», y su progenitora, alguien a quien amó, con la que convivió durante años en su casa de Rutherford (Nueva Jersey), donde ejercía de médico, pero que también fue su antagonista.

Para Marta Aponte, el vínculo que se establece entre una madre y su hijo «suele ser problemático de un modo o otro, porque hay allí una relación de poder y también puede haber un exceso de afecto o un rechazo, lo que marca la personalidad y la conducta de ambos».

Por ello, argumenta, «no es una relación tan natural como parece, al menos en nuestra sociedad, pueden surgir de ella muchas fricciones».

En esta búsqueda del pasado de estos dos personajes, la novelista cuenta a los lectores de «La muerte feliz de William Carlos Williams» (Candaya) cómo era el Mayagüez de hace más de cien años, así como el París de 1878, donde vivió Raquel y donde fue discípula de Carolus-Duran, reconocido pintor académico, de línea neoclásica, alejado de las corrientes que entonces revolucionaban el arte de la pintura.

Buceando, especialmente, en la peripecia vital de esta mujer, de ascendencia francesa y que acabó casándose en Estados Unidos con un hombre nacido en Inglaterra, pero criado en la República Dominicana, Aponte Alsina apunta que Raquel es «aviesa, traviesa, atraviesa».

Un personaje que acabó enajenado de su ambiente natal, de su familia y su país, y que también tenía la capacidad de «sumergirse en la interioridad de otras personas por su clarividencia», además de conseguir «liberarse de las trabas que le intentaron imponer gracias a su capacidad, percepción e imaginación».

Establecida la familia en Rutherford, junto a Nueva York, donde Raquel tenía familia, en la casa de los Williams «todavía se hablaba en español y se recibían muchas visitas del Caribe, con lo que, aparentemente, William Carlos el primer idioma que registró fue el español, lo que es interesante, porque es ver como un gran poeta en lengua inglesa incorporó sonidos en este idioma».

A la vez, en ese hogar «eran muy aficionados a los espíritus, practicaban el espiritismo, lo que en esa época no parecía tan mal como posteriormente, con el auge de la medicina».

Describe Marta Aponte que «la atmósfera de la casa del niño que luego será un poeta reconocido estuvo marcada por el idioma español, por visitantes de la isla, por sesiones espiritistas, y por la madre en trance cuando menos lo esperaban».

Con una prosa envolvente, la escritora tampoco deja pasar que era una familia «pródiga en secretos» que «no son accesibles, no son violables», aunque algunos tienen que ver con relaciones de parentesco con alguien como Mary Shelley, autora de «Frankenstein».

Por otra parte, en esta novela hay un capítulo dedicado a la abuela de Marta Aponte, Fermina Díaz López, que murió antes de que ella naciera, y que, sin convocarla, se le apareció en plena escritura y pensó que sí podía protagonizar unas páginas, a manera de homenaje y reivindicación de una vida dedicada al trabajo y a la familia, madre como fue de once hijos.

Sobre el título de la obra, Aponte señala que tiene que ver con el momento en el que Raquel Helena Hoheb falleció, con más de cien años, y su hijo «al ver su placidez expresiva, escribió a un amigo y le dijo que su madre parecía una princesa egipcia».

Feliz de haber podido participar en el primer festival KmAmérica, de «organización impecable», Marta Aponte Alsina, antes de regresar a Puerto Rico, ha viajado a Madrid, donde tiene varios amigos, y también a Mallorca en busca del cementerio en el que está enterrada la madre de Francisco Alsina Nicolau, uno de sus antepasados.

Por Irene Dalmases

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