Militares venezolanos exiliados en Brasil temen por su seguridad ante el asesinato de Ojeda y la cercanía entre Lula da Silva y Maduro
Brasilia, Brasil, 4 de marzo – La reciente muerte del teniente venezolano Ronald Ojeda en Chile ha aumentado el temor entre los militares venezolanos exiliados en Brasil, quienes han cambiado rutinas y expresan preocupaciones sobre su seguridad y la de sus familias. Ojeda, opositor al régimen chavista, había recibido asilo en Chile en 2023 y fue secuestrado por presuntos agentes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) de Venezuela. Su caso ha llevado a los ex militares a temer represalias y a cuestionar la seguridad en Brasil.
Huidos en su mayoría en 2019, cuando el gobierno de Jair Bolsonaro reconoció al gobierno interino de Juan Guaidó, los ex militares venezolanos en Brasil estiman en unos 900, según estimaciones no oficiales. El secuestro de Ojeda ha llevado a cambios en las rutinas y la retirada de niños de la escuela por parte de algunos de ellos, generando un ambiente de inseguridad. Uno de los ex militares, de forma anónima, expresó a O Globo su temor, afirmando: «Desde que vivo en Brasil siempre he tenido miedo de que me secuestraran o me mataran».
La preocupación se centra en la posibilidad de que el presidente venezolano Nicolás Maduro solicite la colaboración de Lula da Silva, el actual presidente brasileño, argumentando una supuesta conspiración de militares exiliados para derrocar al gobierno venezolano. La relación ambigua de Lula con el chavismo ha generado inquietudes entre los ex militares. En varias ocasiones, Lula ha minimizado las críticas a la falta de democracia en Venezuela y ha fortalecido las relaciones con el gobierno de Maduro, incluso firmando una declaración conjunta que enfatiza la necesidad de aumentar la colaboración de inteligencia entre ambos países.
La declaración conjunta, en particular, preocupa a los ex militares venezolanos, ya que el punto 38 destaca la necesidad de «aumentar la articulación de sus agencias de inteligencia y fortalecer sus redes». Esto ha generado comparaciones con el esquema que la dictadura venezolana utiliza para infiltrar organismos de seguridad e inteligencia colombianos. Además, la penetración de la tecnología de vigilancia china, como la que opera ZTE, también genera preocupaciones entre los ex militares, quienes temen ser objeto de seguimiento y control.
La muerte de Ojeda y la creciente tensión entre los exiliados venezolanos en Brasil subrayan la compleja situación política y de seguridad en la región. Mientras tanto, los líderes y gobiernos buscan abordar las inquietudes y garantizar la seguridad de aquellos que han huido de la represión en Venezuela.
Mientras la tensión crece entre Brasil y Venezuela, la atención se desplaza hacia el sur de Brasil, región donde reside la mayoría de los militares venezolanos que huyeron del régimen de Maduro. Este grupo, estimado en alrededor de 900 exiliados, ha visto aumentar su temor después del secuestro y asesinato de Ronald Ojeda en Chile. Ante este contexto, surge la preocupación por la seguridad de estos ex militares y sus familias, especialmente en el escenario de creciente colaboración entre Lula da Silva y Nicolás Maduro.
En paralelo, las autoridades chilenas continúan la investigación sobre el secuestro y asesinato de Ojeda. Tamara Suju, abogada penalista y activista venezolana, sugiere la posibilidad de la implicación de agentes cubanos o criminales venezolanos, ya que la contrainteligencia militar de Venezuela, la DGCIM, recluta civiles tanto dentro como fuera del país. Esta conexión ha llevado a especulaciones sobre la presencia de la inteligencia cubana en puntos estratégicos, incluyendo el aeropuerto de Caracas y puntos fronterizos.
La situación se complica aún más con la presencia del temido grupo del Tren de Aragua, que tiene estrechos vínculos con el Primer Comando de la Capital (PCC), la organización criminal más importante de Brasil. La alianza entre ambos grupos, que comenzó alrededor de 2017, ha generado inquietud entre los ex militares venezolanos en Brasil. Se teme que la colaboración entre estos grupos delictivos pueda poner en riesgo la seguridad de los exiliados.
La política exterior de Brasil también está bajo escrutinio, especialmente en la reciente reunión entre Lula y Maduro. Aunque la muerte de Ojeda y la situación política en Venezuela son temas de gran relevancia, la reunión no abordó estos asuntos de manera directa. Maduro, por su parte, prometió elecciones libres en Venezuela, pero las acciones de la Asamblea Legislativa venezolana posteriormente socavaron el acuerdo de Barbados, generando dudas sobre la eficacia de la diplomacia brasileña.
La relación de Brasil con potencias como Rusia y China también agrega complejidad a la situación. Lula, mientras sonríe en las fotos con Maduro, enfrenta desafíos para persuadir al gobierno venezolano de cumplir sus compromisos. La influencia de estas potencias y sus relaciones con regímenes controvertidos plantean preguntas sobre la diplomacia brasileña y su capacidad para abordar las contradicciones en su política exterior.
En el ámbito económico, Lula y Maduro discutieron el comercio bilateral, con Venezuela convirtiéndose en el mayor comprador de arroz brasileño en los últimos cinco años. Sin embargo, las relaciones comerciales también se ven afectadas por la minería ilegal en las regiones fronterizas, especialmente en tierras yanomami compartidas por ambos países. La reaparición de sanciones de Estados Unidos contra la minería ilegal y acusaciones contra el régimen venezolano por su participación en estas actividades complican aún más la situación.
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