Modelos estratégicos versus conflictos innecesarios

Rafael Acevedo

Lo menos que debería existir en un país con sentido de futuro, es un modelo consensuado respecto a hacia donde deben dirigirse los esfuerzos de los ciudadanos; especialmente de las élites políticas y económicas vinculadas con los diferentes sectores sociales, regionales, de clases y niveles socioeconómicos.

Lo peor que nos ocurre es no contar con un consenso acerca de cómo afrontar el futuro, inmediato y mediato. Dicho consenso, aún precario o preliminar, nos obligaría a la identificación, definición y jerarquización de los principales problemas; de acuerdo a su importancia y urgencia, para luego definir una ruta crítica de enfrentamiento y solución de problemas.

Lo anterior nos llevaría a un modelo de acción (y a modelos alternativos); el cual incorporaría los recursos estratégicos para la consecución de los objetivos; así como su uso alternativo, según escalas de prioridad, y de su disponibilidad y posibilidad de uso.

Un aspecto clave y, desde luego, previo, es el análisis de los conflictos estructurales, esto es, lo que se sitúan en medio de los intereses y fuerzas sociales; y de las necesidades y demandas de los diversos sectores de interés, sociales y económicos (y sus diversas expresiones políticas).

Diversos especialistas del actual partido oficial elaboraron un programa de gobierno, que fue incluso utilizado como elemento de propaganda durante la campaña electoral. Es claro que la pandemia ha modificado buena parte de las bases y de las circunstancias que sirvieron para la elaboración de dicho programa; no obstante, ese esfuerzo debería ser punto de partida para una plataforma nacional, consensuada entre los grupos de interés, dentro y fuera del propio partido.

Esa decisión podría ser, al menos, un punto de referencia para el accionar de las autoridades, de las agrupaciones políticas y demás entidades sociales organizadas.

Dejarlo de lado sería un pésimo ejemplo a la posteridad, y también el desperdicio de gran esfuerzo intelectual y profesional de gentes con larga experiencia en lo político y lo social, un franco desaprovechamiento de posibilidades en cuanto a racionalizar el ejercicio de nuestra política.

También sería un insulto a gentes que crearon expectativas y esperanzas en base dicho programa, y un desprecio a las bases de un partido cuya institucionalización sería un ejercicio inteligente de la política y de aprovechamiento de las estructuras partidarias.

Especialmente por tratarse de un partido de gobierno con importantes debilidades de organización y de funcionamiento. Que, debe decirse, parecieran menos importantes cuando se está en el poder; pero que son claves a la hora de tener que defenderse en retirada, como les ha sucedido a otros partidos que una vez en poder se olvidan del resto.

La ausencia de un modelo y programa de gobierno, consensuado y legitimado, conduce a acciones colectivas disociativas, a enfrentamientos, huelgas y conflictos entre las fuerzas sociales organizadas; mientras los sectores desorganizados y atomizados se inclinan al vandalismo y a la delincuencia común.

Los modelos y los programas de gobierno facilitan la discusión civilizada entre partidos y grupos de interés. Y evitan muchos conflictos en los cuales todos perdemos.

Les ha sucedido a otros partidos: una vez en el poder se olvidan del resto

Sería un insulto a gentes que crearon expectativas y esperanzas

Ausencia de un modelo-programa conduce a acciones disociativas

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