Nostalgia de la USAID y de Matilde Urbach
Pablo McKinney
Mientras en el país, el INTRANT juega a perder el tiempo con unos planes condenados al fracaso porque olvidan lo principal, aplicar un régimen de consecuencias a quien irrespete la ley aunque sea parte de ciertas hordas con capacidad para dañar la popularidad del gobierno, en el “mundo mundial” existe un sentimiento encontrado con la noticia del cierre definitivo de la USAID.
La agencia fue creada por el presidente Kennedy en 1961, y aunque entre sus objetivos publicables estaba lo de acabar con la pobreza extrema y promover la democracia, en los hechos ella siempre ha sido la expresión del “poder blando” de EE.UU., utilizado como complemento pacífico que antecede a las acciones violentas de la CIA contra gobiernos democráticos no obedientes a los mandatos de Washington.
En el caso dominicano, cómo no recordar el gobierno democrático de Juan Bosch, derrocado por las blandas diligencias de ese poder blando, con la complicidad de cierta iglesia católica, militares traidores, empresarios corruptos, y muchos, muchos, politicastros ciegos, incluidos algunos de cierta izquierda que habitaba en Júpiter. Cómo olvidar las acciones blandas de la USAID contra el gobierno democrático de Allende, el Frente Sandinista, o lo más recientes contra Lula y Dilma, en Brasil, siempre acompañada por una “sociedad civil”, jurídica y mediática a su servicio, con más o menos disimulo, eso sí.
Posiblemente, no tendría uno estos sentimientos encontrados, si no fuera porque, “a esta hora exactamente”, en Estados Unidos el gobierno de Mr. Trump, sin ningún poder blando pero sí con el poder duro de su despótica arrogancia, irrespeta los más elementales derechos humanos, persigue a inmigrantes irregulares -a quienes tilda de criminales-, también a los de estatus regular y, finalmente, lo inimaginable e inesperado para tantos que despistados estadounidenses de origen latinoamericano que afilaron cuchillos para su propia garganta: Trump ha decidido ir tras los propios ciudadanos estadounidenses, si estos han adquirido la nacionalidad por naturalización. Y todo en un país donde todos, (con la única excepción de Sioux y Cherokee) son inmigrantes.
Con sus acciones, y la irresponsabilidad del establishment demócrata y hasta republicano, Trump está instalando una “democracia” iliberal de prácticas fascistas, o peor, una dictadura con respaldo judicial.
Perdón por la nostalgia de esa USAID tan blanda y amistosa con su sociedad civil y sus borgianas muchachas en flor de parisina boina gris, que nunca se llamaban Matilde Urbach.
Listín Diario