Nota de coyuntura: Más allá de la bendita y alabada recuperación

Juan T. Monegro

Atento al dato, la recuperación de la economía dominicana es un hecho irrefutable, bienvenido y aplaudido. La horrorosa marca de -6.7% del año pasado va quedando atrás; será reemplazada por la nueva estadística de crecimiento proyectado para este año: 10%, poco más o menos. La profunda recesión registrada en 2020 habrá pasado a ser un episodio, un histórico y una cifra de útil referencia analítica.   

Con esto, la economía dominicana ratifica su propensión a crecer como entre las que más en América Latina y el Caribe; a imagen y semejanza de las de Belice, Chile, Panamá y Perú, liderando el ritmo de la recuperación de la región en este 2021.

Independientemente del “rebote estadístico” contenido en el dato, se justifica estar contentos con el resultado anunciado de recuperación. En mayor o menor medida, a nivel global y regional, todas las economías han sido chocadas por la COVID-19.  Y todas rebotaron, cual balón contra la cesta. Pero pocas, como la nuestra, han logrado estar en el pelotón de avanzada sacándole casi 4 puntos porcentuales de diferencia a la media de crecimiento proyectado para el conjunto de la región América Latina y el Caribe, 6.3%. Lo que sugiere, al menos, que la economía dominicana va camino a retomar el ritmo tendencial de expansión, estimado por encima del 5%.

Para los tiempos post-pandemia, 2022 y 2023, ya sin rebote, el crecimiento proyectado sería similar a la dinámica que se observaba antes de la irrupción del COVID-19, suponiendo que todo siga como va. 

Con cautela aún, se podría decir esto. Que, en estos términos, los de la macroeconomía, la normalidad del crecimiento está de vuelta. Y que de ahora en adelante son tiempos de consolidar los cimientos de ese crecimiento, reforzarlo, afianzarlo. Lo que se logra, principalmente, con más y mejores inversiones, pública y privada. Mayormente privada. Sería muy saludable, además, que esta inversión incluya a más sectores y los lleve a hacer mejor aporte al dinamismo de la actividad productiva.

También, que esas nuevas inversiones tengan como base más contenido tecnológico, aportando a la competitividad de lo que se produce y a la creación de empleos de calidad. Y, en general, que se dé un mayor encadenamiento interindustrial. Entonces es que estaremos hablando de un crecimiento bueno, basado en un tejido productivo más dinámico, más competitivo y escalado en calidad.  

Aquello de que “es muy bueno ser grande, pero es más grande ser bueno” es lema de mucha utilidad para poner la cosa en perspectiva. Vayamos a eso.

Lo de la recuperación macroeconómica es verdad y en el dato está la evidencia. Sin embargo, estemos claros en esto –sobre todo, el superior Gobierno—. Para el grueso de la gente, de a pie o montada; y para la gran mayoría de las empresas, esa verdad macroeconómica resulta todavía muy borrosa, insípida, incolora e inodora. Le sabe a poco todavía. Sabe a poco y casi a nada porque está, como se dice, ´haciendo de tripas, corazón´ y ´sudando gotas gordas´. Incluso, para la mayoría de los que mantuvieron o perdieron y han recuperado sus empleos la cosa está así.

Para tantos, la anunciada recuperación del crecimiento sabe a nada, a nadita de nada, simplemente porque esa verdad macroeconómica se da y es concurrente con las heridas más cruentas de la crisis. Heridas que están ahí, abiertas y sangrando y doliendo en el sentido más sentido del término. Y sabe casi a nada la verdad macroeconómica de la recuperación, porque el dolor social que deriva de esas heridas se está expandiendo, y la perspectiva es que la sanación está lejos de llegar.

Son heridas que seguirán doliendo en el empleo, en los ingresos familiares, en la alimentación, en la educación, en la salud, en incertidumbre y en términos de tranquilidad y seguridad ciudadana; que tardarán mucho por cerrar y que –es difícil prever lo contrario—harán daño en el macro-objetivo de la cohesión social, reversando logros.

Así se ve y se proyecta el panorama. Esto, en un contexto internacional crecientemente enrarecido y nada halagüeño.     

Es bueno tener claridad en esto. Mirándolo amablemente, la buena noticia de la recuperación del crecimiento es tan sólo el primer peldaño, necesario pero muy insuficiente, de un complejo proceso de restauración del desarrollo perdido con la pandemia y sus secuelas.

El objetivo de reconstrucción de la actividad a la altura de los estándares que exigen estos tiempos: un crecimiento dinámico, inclusivo y más verde, que marque la calidad del crecimiento, es un reto que está muy, pero muy distante de cumplir, y hacia el que es imperioso avanzar.

Es muy bueno que la recuperación del crecimiento sea pronta y grande; pero es más grande que ese crecimiento sea de buena calidad. De calidad y que se sienta más y mejor en el nivel microeconómico. Donde están las empresas; donde está la gente. ¡Así sea!

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