Parece que fue ayer
Guillermo Piña-Contreras
Se especula mucho sobre la actitud de Juan Bosch frente al golpe de Estado que derrocó su gobierno el 25 de septiembre de 1963. Se ha asegurado en múltiples ocasiones que Bosch sabía de la trama y no hizo lo que tenía que hacer para evitarlo. ¿Debió pues aceptar la compra de aviones a Inglaterra para que la cúpula militar de entonces cobrara comisiones? ¿Debió solicitar la ayuda que le ofreció el embajador Martin para evitar el putsch? Bosch era consciente que la Historia no se lo perdonaría. Lo derrocaron. Cierto. La Historia juzgó a los golpistas: Fiallo, Wessin, Jimenes-Grullón, Ornes Coiscou… y, señalando al Dr. Fiallo, escribe que «cargará toda su vida con la mayor responsabilidad de este golpe.»
En realidad, las bases del putsch que dio al traste con el gobierno elegido el 20 de diciembre de 1962 estaban echadas desde antes de que Juan Bosch tomara posesión como Presidente en febrero de 1963. Paradójicamente, desde su llegada al país en octubre de 1961 hasta la famosa polémica con el jesuita Láutico García en diciembre de 1962, se perfilaba triunfador en las elecciones de 1962.
A su llegada, Bosch planteó la necesidad de «matar el miedo», de no temer a ser perseguido por algún compromiso o relación con la recién desaparecida dictadura trujillista: «Yo he venido aquí para pedirles esto y para servir en esto. Yo estoy dispuesto a hacer cuanto deba hacer, a arrodillarme ante quien deba arrodillarme, para que podamos sacar de mi humillación, si es necesaria, y de la disposición de ustedes, que es imprescindible, una fórmula de convivencia democrática.»
Durante la campaña hablaba de justicia social, de eliminar la corrupción, evitar la caza de trujillistas, porque, como escribe en Crisis de la democracia de América en la República Dominicana, habría que perseguir a una gran mayoría de la población que, de una manera u otra, había colaborado con el dictador o su régimen.
Bosch se había dado cuenta de que el fuerte de su rival Viriato A. Fiallo y su partido Unión Cívica Nacional (UCN), era precisamente el ataque a las instituciones trujillistas y a sus colaboradores. El PRD, fundado en el exilio en 1939 con la finalidad de luchar contra Trujillo, era, a pesar de ser prácticamente desconocido en República Dominicana, el partido democrático más antiguo del país. Sus dirigentes, incluido Bosch, tenían mayor experiencia política que los de la UCN.
La campaña de Bosch durante los meses que precedieron las elecciones de diciembre de 1962 fue brillante. Enfrentó con éxito ataques de diversas índoles que nada tenían que ver con la campaña política que venían desarrollando tanto él como sus compañeros de partido. Se llegó incluso al extremo de desacreditarlo utilizando un exitoso argumento que ponía de manifiesto la poca formación político-social de sus detractores: ¡Bosch trajo la lucha de clases a República Dominicana!
Ante su creciente popularidad la victoria era inminente. El punto culminante de su campaña fue la polémica con el sacerdote jesuita Láutico García, tres días antes de las elecciones. El sacerdote reconoció que Bosch no era marxista-leninista. Ese debate tuvo alguna influencia en el resultado de las elecciones y Bosch fue elegido con 59% de los sufragios expresados.
Resultados que pusieron en jaque a los sectores que no querían que Juan Bosch tomara posesión como Presidente de la República. Pero ese resultado no fue un obstáculo para que comenzara a gestarse la conspiración que culminaría con el golpe de fuerza del 25 de septiembre de 1963.
Bosch cuenta, tanto en Crisis de la democracia… como en artículos políticos y entrevistas periodísticas, que al iniciar su gobierno no tenía con qué pagar los empleados públicos; que tuvo que enfrentar huelgas de maestros estimuladas por la UCN, que tuvo que enfrentar sectores religiosos que se oponían a la educación laica; y que esa campaña de descrédito llegó a calar en los sectores militares de manera que llegaron a convencerse, al menos los altos mandos militares, de que Juan Bosch era comunista.
Así como la campaña política desarrollada por Bosch para alcanzar la Presidencia de la República fue brillante, sus esfuerzos por mantenerse en el poder fueron inútiles. Para lograr sus objetivos y terminar el período hubiera tenido que hacer concesiones que iban en contra de sus principios. No aceptó. Se opuso a la compra de aviones militares y se propuso erradicar las comisiones que regularmente van de par con las compras del Estado.
Los golpistas no tomaron en cuenta la voluntad del pueblo. La derrotada UCN y otros conspiradores decidieron poner fin, al cabo de siete meses, al primer Presidente elegido democráticamente luego de 31 años de dictadura. No meditaron un segundo sobre las consecuencias de un golpe de fuerza de esta naturaleza y decidieron gobernar ilegalmente torciendo el rumbo democrático que, gracias a la valentía de unos pocos el 30 de mayo de 1961, asomaba en el horizonte de la nueva República Dominicana.
El golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 cambió el curso de la historia dominicana. Un trauma que aún hoy, sesenta años después, no hemos superado. Una irresponsabilidad política que nos dejó una guerra civil y que Estados Unidos decidiera intervenir militarmente República Dominicana en abril de 1965 y nos impusiera aquella Pax (como la que imponía el Imperio romano a los pueblos «desorganizados»). Era pues la Pax americana que, a pesar de que han pasado 58 años, parece que fue ayer…
Diario Libre