Periodismo, desinformación y democracia

Pablo McKinney

En tiempos del reinado de la desinformación la meta ha de ser salvar al periodismo para que no muera la democracia.

Uno de los efectos más perniciosos de la desinformación es que, con sus malas artes, con la mentira y la descalificación por difamación, la señora está logrando convencer a todos de que todos son delincuentes, sean periodistas, juristas, políticos, guachimanes o porteros.

La penúltima moda de estos tiempos consiste en desacreditar a lo político para, cínicamente, acercarse a la política, al Poder. Y es que nada tan político e interesado por el poder como quien reniega de la política; nada tan inmoral e impresentable como quien va por la vida de inquisidor Torquemada de los otros, sin más evidencia que su ambición y quizás su resentimiento.

La posibilidad de practicar o no un periodismo libre es el elemento que diferencia a una democracia de una dictadura, pero la libertad de expresión, (como la de prensa y empresa) debe tener sus límites para salvar a la sociedad del libertinaje. Precisamente para eso existe ese gran acuerdo social llamado Constitución de la República, que por algo le dicen Ley de leyes, Carta Magna.

Nadie tiene derecho a afirmar, ni en el diario de mayor credibilidad, ni en un canal de televisión o de YouTube, ni en el más ético programa de radio ni en el más execrable centro de extorsión, chantaje y sicariato moral, (y sin importar si tiene o no título de periodista, comunicador, influencer, youtuber o abogado), lo que no esté en capacidad de demostrar en los tribunales de la república, y al párrafo del artículo 49 de la Constitución me remito: “la libertad de expresión se ejercerá respetando el derecho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las personas y, de manera especial, de la juventud y la infancia”.

El auge de la desinformación reviste un gran peligro para el ejercicio del periodismo, sin importar el medio donde se ejerza. En lo fundamental, (y en esto ha sido insistente el director de El Día, José P. Monegro), todo se reduce a hacer un buen periodismo sin importar si en el Listín Diario o en LaCaverna.com., en papel o en gigabytes, en Color Visión o en SicariosNews. El hábito no hace al monje. Con el perdón de McLuhan, esta vez el problema no es el medio sino el mensaje, los contenidos.

Listín Diario

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