Pinceladas del refranero dominicano (1)
El refrán se define como: “dicho agudo y sentencioso de uso común; expresión de la sabiduría popular” y de esa manera lo señala el “mataburros”. Es también manifestación de la filosofía de vida, con la rudeza del hablar común, que en nuestro caso recoge los resultados del crisol de razas y encuentros de culturas diversas, que somos. España, aporta muchas de las expresiones que utilizamos como proverbios criollos, pero es evidente que están salpicados de los aportes de los “turcos” emigrantes, franceses, africanos antes y haitianos después, portugueses, “cocolos”, pasando por chinos, japoneses, ingleses, latinos diversos, antillanos, judíos y muchos otros, que “aplatanados”, son ingredientes que dan sabor al “sancocho” cultural que nos caracteriza. La riqueza del refranero criollo radica en que, absorbidos los proverbios universales, el dominicano ha creado los propios o adaptado máximas pertenecientes al mundo, con términos nuestros. “Del árbol caído todos hacen leña”, reza el universal; “el que ta en el suelo, ata lo perro lo mean”, dice el criollo. “Puerco no se raca en javilla”; “burro flaco no da do viaje”; “cuando la jambre da calor, ata la batata e’refreco”; “culebra no cai en lazo”; “el que no sabe de gallina, cree que la m… e’huevo”, mostrando algunos genuinamente criollos, aunque tengan equivalentes en otras culturas. “Cotorra vieja no aprende a’blá”; “platano maduro no vuelve a verde”, “el que tenga ma saliva, que coma ma ojadra” o “el que nació pa coco, de piñonate no pasa”, haciendo referencia a un dulce casi desaparecido en su forma romboidea o “el que nació ombligú, ni que lo fajen”, de la época en que a los niños al nacer le trataban el ombligo como una herida de cuidado. Lo mismo que “saber quer maco no e peje” o “saber donde tiene el maco la manteca” o “por una teta no é vaca”, con implicaciones de la zoología y la botánica vernácula. “Perro huevero aunque le quemen er jocico”, “la palma que ta pa un burro, no hay puerco que se la coma”; “lo sijo’e culebra salen laiguito”; “esa no’e cigua dete año”, para señalar que ella no es tan joven como parece. “El que le tiene miedo a ojo, no come cabeza”, “barriga harta, corazón contento”; “el corazón de la auyama namá lo conoce er cuchillo” y la ley del ventorrillo que sentencia: “auyama que ta partía, auyama que no se devuelve”, haciendo referencia a la virginidad, fuera de moda y que tantos lances de honor ocasionaron en un pasado no tan remoto. “El que no se pué apiá, se jondea”; “ar deo malo, to se le pega” y “auyama no pare calabaza”; “Nacer como la auyama: con la flor en el c…”; “alábate catre viejo, que mañana te defondan”; “privando en fruta fina y no llega ni a algarroba”; “lo niño hablan, cuando la gallina mean”; El que tenga miedo, que se buque un perro prieto”, son una muestra del abanico de máximas populares del buen vivir criollo y esto acompañado de una “cervezuana”, vestida de novia.