Por doña Rosa, y la única y verdadera Madre Patria

Pablo McKinney

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Consternado ante ese previsible absurdo que fue la llamada del Señor a doña Rosa Gómez de Mejía, uno dejó escrito en su comentario de ese día para ZOL FM, que a la familia sólo podía consolarles recordar/saber lo que ya sabían, que la obra mayor de doña Rosa fueron ellos, sus hijos, la honorable familia de hombres y mujeres de bien y de trabajo que formó.

Que su riqueza fue la mayor riqueza de todas: la fortuna de su humildad.

Que su vocación fue solo una: servir… a la gente, a un Dios que en su caso estaba representado en el amor a sus hijos que de alguna manera éramos todos.

El duelo nacional y unánime que espontáneamente todo el país -y estas redes sociales tan quejosas e irreverentes en ocasiones- le han expresado a doña Rosa en su partida, son el merecido homenaje de un pueblo agradecido de sus dones.

Y pensando en doña Rosa, no pude evitar pensar en la Patria. Pero no en la “madre patria” española (la árabe y europea), ni en el padre Lemba, el africano, de cuyos amores nació esta patria nuestra mulata y mestiza. No. Ya me explico:

Ocurre cada vez que la desgracia visita a uno de nuestros grandes líderes políticos, en pocas horas todos ellos entierran el hacha de la guerra, ordenan acallar sus mediáticos sicarios, sus francotiradores del insulto, a creativos de la maledicencia y a príncipes de la mezquindad, mientras su señora busca en el closet la corbata negra o la chacabana blanca y respetuosos y formales, acuden en procesión a solidarizarse con quien perdió a su amada madre (Leonel), o a ese padre que fue su estandarte ( Luis, Danilo) o a esa esposa, su sostén, su paz (don Hipólito).

Entonces, si por respeto al padre muerto, a la madre que se marchó, a la compañera de vida que ya no está, nuestros grandes líderes políticos son capaces de hacer un alto en el camino de las miserias políticas, uno quiere preguntar: ¿Será posible que todos, es decir, Luis, Danilo, don Hipólito, Leonel (y otros egos menores) extiendan sus gestos de solidaridad, amor y/o respeto hasta la única Madre Patria y verdadera que tenemos todos, o sea, la Patria Dominicana?

“Yo no lo sé de cierto”. Yo solo digo, es un decir, por poner un ejemplo.

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