Puñales por la espalda con el gas y la política que hipoteca el futuro

Comienza un nuevo año que heredará los grandes problemas del anterior (guerra, tipos de interés e inflación) con un asunto que seguirá contaminándolo todo: el suministro del gas.

POR RUBEN J. LAPETRA 

El inicio de la crisis del gas natural en Europa se generó en el año 2021 pero se traspasó con toda su energía al 2022 y debería alcanzar su culmen en 2023 cuando la sociedad abra los ojos sobre el origen del combustible que enciende sus radiadores, calienta el agua de sus duchas, ilumina sus casas y mueve su economía. El desenlace, sin embargo, no sorprenderá a casi nadie: sabor a falsedad y una mirada para otro lado mientras se produce un asesinato de principios. En esta nueva versión de puñales por la espalda, los europeos hemos recibido el mayor de los golpes económicos, morales y de autoestima geoestratégica con la incapacidad para haber frenado la invasión de Ucrania, país llamado a la adhesión de la UE que sigue atacado por Rusia.

Diez meses después de las soflamas y bravatas desde Bruselas para vetar la importación de combustible de Rusia, la realidad es que seguimos importando gas a espuertas desde territorio ruso como si nada hubiera pasado. De hecho, las estadísticas nos dicen que el 17% del suministro de gas en España en noviembre tuvo su origen en Putinlandia, ese país del que usted me habla del que nadie quiere saber nada pero al que todos recurren para nutrirse de materias primas de cualquier clase, desde las agrícolas como el trigo a las industriales como el níquel o el aluminio; y todo el abanico posible de fuentes de energía no renovable como el petróleo y sus derivados, el gas y hasta el uranio de la energía nuclear.

Central de negligencia, los cancilleres de Putin y el gas a precio de sangre

Muchos todavía se preguntan cómo nos convertimos en rusodependientes hasta el nivel de hacer la vista gorda con las relaciones comerciales pese a entrar en guerra virtual con Europa y real con Ucrania. Medidas de cara a la galería como establecer topes en precio del gas en 180 euros / MWh para la referencia TTF holandesa (10 veces el precio ‘normal’ del gas preguerra) no suponen ningún castigo para Rusia ni una protección para la economía europea. Solo es la capitulación en una posición de debilidad en la mesa de negociación fuera de los focos, después de que los precios marcasen su récord cerca de los 350 euros/MWh el pasado año. El top ibérico de 40 euros / MWh para el gas destinado a la generación de electricidad, la medida estrella del equipo de Pedro Sánchez, ha obrado el milagro de que los consumidores de luz subvencionen en sus facturas a los de gas sin decir ni pío pese a que Moncloa se lo ha anotado como otro triunfo de su política.

La crisis de suministro de gas de 2022, que no del petróleo, ha provocado la mayor turbulencia inflacionaria en décadas, y una reacción en cadena de la economía y la política monetaria cuyos verdaderos efectos se verán a lo largo de 2023. Los últimos datos en manos del Gobierno apuntan a un déficit de la balanza energética de España que estará cercano a los -50.000 millones de euros en 2022, un agujero de dimensiones inasumibles que no saldrá en los telediarios y que las ministras responsables Teresa Ribera y Nadia Calviño tratarán de vestir de seda cuando es terrorífico a todas luces.

La factura energética española superará con creces los 90.000 millones de euros en estos doce últimos meses. Supone que, como país, para levantar la persiana hay que pagar ese dineral a otros países, el doble que en 2021, 2020, 2019 y mucho más que en los años anteriores de la serie estadística de la Secretaría de Comercio Exterior. El mayor misterio todavía por explicar a los ciudadanos a través de un debate serio en el Congreso de los Diputados es cómo, por qué y cuándo se decidió que EEUU se convirtiese en el mayor proveedor de gas de España a través de barcos metaneros con GNL.

Casi un tercio de los 25.000 millones de euros anuales en importaciones españolas de este combustible se irán hacia territorio estadounidense, mientras que los gasoductos con Argelia habrán reducido a la mitad su suministro en cuestión de un año. Tampoco se entiende que se compre más gas a Rusia en 2022 en plena guerra que en 2021 sin ella. En realidad, la verdadera fortaleza española en la guerra energética entre Washington y Moscú ha sido la de mantener una medida equidistancia para asegurar el suministro, pero al mismo tiempo hay que reelaborar ciertos discursos desde el Gobierno para sus altavoces y tertulianos dentro de la opinión pública.

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