¡Qué es la patria, j… es la patria!

Pablo McKinney

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El cirujano Don Gobierno Domi­nicano opera bien, pero el esce­nario global, político y económi­co le mata los pacientes, o más exactamente mata al paciente que no es otro que el país nacional.

Nuestras actuales autoridades lograron una rápida recuperación macroeconómica, se reactivó el turismo y las zonas francas, se recuperó la inversión, pero por los efectos globales de la pandemia, el fantasma de la in­flación no ha dejado de perseguirlas con su trágica expresión de empobrecimiento de los más necesitados. A todos los males que nos trajo el Covid-19, ahora se ha sumado la in­vasión rusa a Ucrania, que viene a ser mucho más que una invasión militar, pues ella ha lan­zado al basurero de la historia, aquel acuer­do firmado en 1945 en la ciudad alemana de Potsdam, mediante el cual, los vencedo­res de la segunda guerra mundial, (Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética), se repartieron el mundo y de paso, crearon to­do un sistema que les permitía mantener la paz mundial, -dentro de sus confrontaciones diplomáticas y políticas, es cierto-, pero hubo paz. Una paz con miedo, pero paz… y el pla­neta sobrevivió.

Roto ese acuerdo en la madrugada del pa­sado miércoles 2 de marzo, el mundo anda ahora como si fuera El Chaval de la Bachata, “más perdido que un conuco sin desyerbo y más loco que un reloj de a peso”. Es precisa­mente en esa locura la que estamos viviendo los terrícolas, con la espada de Damocles de una ca­tástrofe nuclear sobre nuestras cabezas, junto a un rosario de crisis que va desde el precio de los commodities hasta el bajón del turismo, llegan­do a los altos precios internacionales del petró­leo y el gas… y subiendo. Es ante esa realidad que el presidente Luis Abinader, como un Sabi­na palaciego, decidió pasar “de las palabras a los hechos” con su plan de medidas para enfrentar la inflación protegiendo a los sectores más vul­nerables. Frente a lo que al país se le viene enci­ma, a los dominicanos solo nos queda el camino de la unidad, para lo que es urgente que las éli­tes políticas, sociales y económicas entierren el hacha de la batalla política y los intereses eco­nómicos y envíen una señal de sincera de­mostración de que, cuando peligra la patria, todos, partidos, gobiernos y fortunas pueden y deben esperar. ¡Qué es la patria, joder, es la patria!

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