¿Qué es lo que define el inicio del gobierno de Trump? La estupidez

Por David Brooks

The New York Times

Esta ha sido la semana en la que los chinos han logrado avances increíbles en inteligencia artificial y los estadounidenses en estupidez humana. Lo siento, pero observo el comportamiento del gobierno de Donald Trump durante la última semana y la única palabra que lo describe con precisión es: estúpido.

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No estoy diciendo que los miembros del gobierno de Trump no sean inteligentes. Todos conocemos a personas con un alto coeficiente intelectual que se comportan de una manera muy idiota. No creo que haya personas estúpidas, solo comportamientos estúpidos. Como dijo una vez el historiador italiano Carlo Cipolla: “La probabilidad de que una determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona”.

Y desde luego no estoy diciendo que los partidarios de Donald Trump sean menos inteligentes que los demás. A lo largo de los años, he aprendido que muchos demócratas de clase alta detestan la diversidad intelectual. Cuando tienen poder sobre un sistema —ya sea el académico, los medios de comunicación dominantes, las organizaciones sin fines de lucro o la administración pública— tienden a imponer una ortodoxia asfixiante que hace a todos los que la integran más aburridos, conformistas e insulsos. Si los republicanos quieren acabar con eso, yo digo: adelante.

Defino la estupidez como un comportamiento que ignora la pregunta: ¿Qué pasaría después? Si alguien se te acerca y te dice: “Creo que voy a dar un paseo en una tormenta eléctrica con una antena de cobre en la cabeza”, la estupidez responde: “¡Me parece una idea estupenda!”. La estupidez es la tendencia a emprender acciones que te perjudican a ti y a la gente que te rodea.

Esta semana, el gobierno ha producido montones de estupidez. Renovó las amenazas de imponer aranceles ruinosos a Canadá y México que dispararían la inflación en Estados Unidos. Intentó una purga amplia y general de la fuerza de trabajo federal, aparentemente sin preguntarse cómo afectaría esa purga al funcionamiento del gobierno. Pero me gustaría centrarme en otro episodio: el intento de congelar el gasto federal en programas de asistencia, y la posterior decisión de Trump de dar marcha atrás y revocar la medida.

Al anunciar la decisión, el gobierno declaró su objetivo: desfinanciar cosas como los programas de diversidad, equidad e inclusión que Trump desaprueba. Una gestión prudente habría elegido los programas a los que se oponía y se habría centrado en recortarlos, mediante un proceso bien establecido conocido como autoridad de rescisión. Pero el gobierno de Trump decidió imponer una congelación vaga y a medias de lo que, según afirmaba, ascendía a más de 3 billones de dólares de gasto federal. De repente, los pacientes en ensayos de cáncer en los Institutos Nacionales de Salud no sabían si podrían continuar sus tratamientos, los administradores de Head Start (un programa enfocado en el bienestar infantil) no sabían si podrían disponer de fondos federales, las ciudades y estados de todo el país no sabían si tendrían dinero para las fuerzas policiales, las escuelas, los programas de nutrición, la reparación de carreteras y otros servicios básicos.

Esta política de Trump era como intentar curar el acné con la decapitación. Parece que nadie pensó en que, si congelamos todo el gasto en subvenciones, ¿qué ocurrirá después? Una vez que las ramificaciones de esa estupidez se hicieron evidentes, Trump dio marcha atrás. Y esta es mi gran predicción para este gobierno: producirá un flujo constante de políticas estúpidas, y cuando las consecuencias de esas políticas empiecen a afectar al índice de aprobación de Trump, dará un giro de 180 grados, las reducirá o las abandonará. Ama la popularidad más que cualquier idea.

Pero sigue siendo cierto que vamos a tener que aprender mucho sobre la estupidez durante los próximos cuatro años. He concentrado lo que he aprendido hasta ahora en seis principios fundamentales:

Principio 1: la ideología produce desacuerdo, pero la estupidez produce desconcierto. Esta semana, la gente de las instituciones de todo Estados Unidos se ha pasado un par de días intentando averiguar qué demonios estaba pasando. Esto es lo que ocurre cuando un gobierno congela aproximadamente 3 billones de dólares en gastos con un memorándum de dos páginas que parece escrito por un becario. Cuando la estupidez tiene el control, sostiene el profesor de literatura Patrick Moreau, las palabras se desatornillan “de su relación con la realidad”.

Principio 2: la estupidez suele ser inherente a las organizaciones, no a los individuos. Cuando creas una organización en la que un hombre tiene todo el poder y todos los demás tienen que adular sus ideas preconcebidas, el resultado seguro es la estupidez. Como dijo el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer “Se trata prácticamente de una ley sociológico-psicológica. El poder de uno necesita la estupidez del otro”.

Principio 3: quien se comporta estúpidamente es más peligroso que quien se comporta maliciosamente. Las personas malintencionadas al menos tienen un sentido preciso de su propio interés, lo que podría frenarlas. ¡La estupidez se atreve mucho! ¡La estupidez ya tiene todas las respuestas!

Principio 4: quien se comporta estúpidamente no es consciente de la estupidez de sus actos. Es posible que hayas oído hablar del efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas incompetentes no tienen la capacidad de reconocer su propia incompetencia. Introduzcamos el corolario Hegseth-Gabbard: el gobierno de Trump está intentando destituir a funcionarios que pueden o no ser progresistas, pero que tienen enormes conocimientos en su campo de especialización, y contratar a leales a MAGA que a menudo carecen de conocimientos o experiencia en su campo. Es posible que los resultados no sean los esperados por la gente del actual gobierno.

Principio 5: es casi imposible oponerse a la estupidez. Bonhoeffer señala: “Contra la estupidez estamos indefensos”. Como las acciones estúpidas no tienen sentido, invariablemente son una sorpresa. Los argumentos razonables caen en saco roto. Las pruebas en contra se pasan por alto. Los hechos se consideran irrelevantes. Bonhoeffer continúa: “En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está totalmente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al pasar al ataque”.

Principio 6: lo contrario de la estupidez no es la inteligencia, es la racionalidad. El psicólogo Keith Stanovich define la racionalidad como la capacidad de tomar decisiones que ayudan a las personas a alcanzar sus objetivos. Las personas presas de la mentalidad populista tienden a despreciar la experiencia, la prudencia y la pericia, componentes útiles de la racionalidad. Resulta que esto puede hacer que algunos populistas estén dispuestos a creer cualquier cosa: teorías conspirativas, cuentos populares, leyendas de internet y, por ejemplo, que las vacunas son perjudiciales para los niños. No viven dentro de un cuerpo de pensamiento estructurado, sino dentro de una fiesta delirante y caótica de prejuicios.

Con el paso del tiempo, he desarrollado cada vez más simpatía por los objetivos que intentan alcanzar los populistas. La clase dirigente estadounidense se ha pasado las últimas generaciones excluyendo, ignorando, rechazando e insultando a una gran franja de este país. Es terrible ser agredido de esta manera. Es peor cuando finalmente tomas el poder y empiezas a agredirte a ti mismo, y a todos los que te rodean. De hecho, es estúpido.

The New York Times

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