¿Qué se le dice a una dama, o a una prostituta… ¡desnudas!?

Rafael Acevedo

En el caso de la dama, aún a plena desnudez, el diálogo puede fluir correctamente. Semejante a otras situaciones en las cuales se desarrollan diálogos decentes y transparentes entre individuos o agrupaciones.

Con la segunda, se trata de negociación, y podría haber desconfianza, intereses no transparentados.

Cuando no hay una situación definida y predecible, (estructurada), la comunicación es en ambos casos difícil de manejar. Cualesquiera que sean los actores sociales.

Los espartanos utilizaron las prostitutas para dar asistencia sexual a sus soldados. Vargas Llosa, en “Pantaleón y las Visitadoras”, convierte trabajadoras sexuales en servidoras de la patria.

Contrariamente, nuestra sociedad actual, parece incapaz de desarrollar servidores públicos confiables, liderazgos capaces de solventar diferencias y conflictos entre individuos y sectores con procedencias y perfiles psicosociales diversos.

Actualmente escasean las “buenas familias”, hay pocos herederos de la vocación de luchadores sociales. Como si se hubiesen convertido en funcionarios-negociantes merodeadores de bienes del Procomún.

Toda interacción y relación social, por sencilla que sea, ha de transcurrir en un contexto definido, dentro de roles y conductas predecibles. Contrariamente, detrás de lo que ahora vivimos subsiste lo improvisado y lo impredecible. Compartimos un pánico subyacente, reprimido, que aún no acaba de subir a nuestras conciencias.

Resulta muy difícil y problemático el tema de la credibilidad de los actores sociales. La gente no tiene capacidad para diferenciar y sopesar las personas y las ofertas de candidatos y líderes sociales y políticos. Los medios tradicionales donde se presentan, son cada vez menos creíbles y eficaces; mientras sobreabundan medios electrónicos que crean enorme confusión.

Algo similar ocurre al político prudente que procura colaboradores profesionales y con trayectoria honrosas; son escasas las universidades que otorgan títulos confiables, honorables.

Nos estamos acercando rápidamente a un modelo de interacción y de relaciones sociales muy poco predecibles; en el cual, el casi único elemento de control de la conducta del otro es la recompensa material.

Pantaleón fue más eficaz, ya que logró que las visitadoras se comportaran a la altura de salvar la moral y las relaciones entre indígenas y militares en la selva amazónica; utilizando los mismos elementos que utilizaba el ejército para disciplinar a sus miembros: Salarios y arrestos, promociones y despidos. Y, especialmente, un borrón del pasado y cambio de identidad, como lo hizo Yahvé con su pueblo al liberarlos de Egipto; como se hace en las llamadas “Total Institutions”(Goffman).

Estamos viviendo “sociedades” sin educación ni cultura ni proyecto común; cuyos estratos y segmentos tienen gran diversidad de subculturas, compartiendo deficitariamente lenguaje, territorio y leyes. Y el irrefrenable deseo de “tener, gastar y gozar”…con el menor esfuerzo.

Es más fácil dialogar con damas amorales que con hombres sinvergüenzas.

Hay, sin embargo una reserva, un main core, especie de médula madre del ser nacional que se manifiesta en ocasiones, gentes y lugares. En base a lo cual una cierta conducta moral, patriótica y ciudadana, provee precaria estabilidad a este tolloso-arroz-con-mango. A eso es que debemos dedicarnos: A redescubrir y revalorizar nuestra herencia cristiana y patriótica.

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