Recesión continua

MARGARITA CEDEÑO

La traducción libre del término “rolling recession” pudiera ser recesión continua. Es el término que han acuñado los economistas para referirse a la situación económica que vive el mundo en este 2023, buscando explicar las razones por las que algunos sectores se están expandiendo a nivel global, mientras que otros están a las puertas de una verdadera crisis económica.

Un declive significativo en la economía que perdurara por varios meses era considerado una recesión, por lo menos en los términos del Buró Nacional de Investigaciones Económicas de Estados Unidos (NBER, por sus siglas en ingles). Sin embargo, esta definición no logra explicar el comportamiento disímil entre varias áreas de la economía, porque en realidad, ninguna está decreciendo ni creciendo en la misma medida.

A eso hay que añadir que cada vez más las predicciones de los organismos internacionales están obligadas a ajustarse en un pequeño margen de tiempo. Por ejemplo, el panorama previsto por los especialistas a finales del 2022 cambió considerablemente cuando se volvieron a reunir en enero del 2023, en el marco del Foro Económico Mundial y, probablemente, sea totalmente distinto en la actualidad. Son las consecuencias, buenas o malas, de vivir en una economía global.

El problema se presenta cuando hay que definir la política monetaria, si las decisiones se toman en base a la realidad de los sectores que están enfrentando retos económicos o si se asumen en base a aquellos que presentan balances positivos. Por eso las decisiones sobre la economía global se están tomando “reunión a reunión”, observando la data y elaborando modelos para predecir el impacto que una u otra decisión podría tener en la economía global.

En esta “recesión continua” que vivimos, las complicaciones son muchas, comenzando porque pequeños eventos pudieran generar graves consecuencias para sectores esenciales de la economía, sea la quiebra de algún banco, un fenómeno natural o los cambios políticos de algún país.

El peligro para un país como la República Dominicana está en que decisiones pensadas para proteger los grandes mercados, terminen alterando el comportamiento de la economía dominicana, un riesgo al que siempre estamos sometidos, pero que en la actualidad es más persistente.

Es seguro que la variable más preocupante será la inflación, porque es el indicador al que están apuntando todas las políticas monetarias en casi todos los países. Pero las medidas necesarias para retomar el control de la inflación requieren de sacrificios de los ciudadanos, muchas veces a costa de su calidad de vida; por lo que los gobiernos tienen que ser, cada vez más, socialmente comprometidos e institucionalmente fuertes.

No hay dudas de que vivimos momentos definitorios para el planeta y para el modelo económico que por tantos años hemos implementado. Esta realidad pone a prueba la institucionalidad.

Como advertía Mariana Mazzucato en un reciente artículo, “la pandemia del COVID-19 nos quitó muchas cosas…pero también nos presentó la oportunidad de rehacer la economía global…para asegurar un mejor futuro para todos y todas”. Es cierto, pero parece que no aprendimos.

Fuente Listín Diario

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