Recuento incómodo

Carmen Imbert Brugal

En aquel tiempo, una espada con veneno, además de filo, decapitaba sin sujeción. No hubo adversario a salvo. Clímax de la descalificación como método para amedrentar, conseguir sentencias favorables y principalía política. Inexistentes las redes, la infamia se repetía a través de radio, televisión y libelos injuriosos.

Aquella saeta emponzoñada, remedo del Foro Público, motivó demandas y debates. Las invenciones afectaron familias de manera irremediable. El obstinado fabulador usó sin límites el poder de la mentira. Sus coces irrefrenables produjeron la rendición de algunos descendientes de sus agraviados y la acción envalentonó la fiera.

La identificación con los afectados fue escasa pero contundente. El hombre tenía capacidad para extorsionar. La indiferencia fue opción, también el choteo con las invenciones que abarcaban la intimidad de sus víctimas. La muralla de “lo políticamente correcto” no frenaba la difusión de secretos de alcoba ni la mención de alguna discapacidad. Invulnerable el autor, Torquemada invencible, fue convertido en arquetipo. La revisión de trabajos publicados en este espacio, alusivos al tema, ameritan colección. La denuncia apareja épocas y personajes. Siempre presente la ratificación de la fuerza demoledora del descrédito, capaz de atemorizar hasta la claudicación. El libreto de la deshonra ha sido prolífico, sus autores con techo de cristal saben desviar las piedras gracias a peones tan miserables como eficientes. Personas que una vez fueron vilipendiadas se suman al coro destructor de reputaciones. La coyuntura define la solidaridad y la frágil sonoridad.

Cuando el fuego intentaba incinerar a la vicepresidenta de la República- Margarita Cedeño Lizardo- y a la presidenta de la Cámara de Diputados-Yomaira Medina Sánchez, las dos resistieron solitarias.

La agresión persiguió a la ex vicepresidenta. Bastó su decisión de aspirar a la nominación presidencial por su partido para que se manifestara la inquina de aliados y contrarios. Hombres y mujeres se solazaban repitiendo embustes. Competencia entusiasta de insultos. Un objetivo común unía y cubría de amianto a los líderes del escarnio. Indemnes, imitaban aquel inquisidor e imputaban sin piedad. Difamaban en conjunto. Reproducían sus mensajes malevos con satisfacción. Hoy, resuena el bumerán. Sentados en el butacón del oportunismo, quizás repudien conductas que propiciaron cuando protagonizaban el espectáculo como divulgadores de la vileza.

Sirve, para las ocurrencias deleznables del momento, recrear párrafos de lo publicado antes, cuando otro era el sonido de las campanas: “Sin disimulo aparecen los signos y símbolos de un machismo atolondrado y decadente que lamentablemente suma voces de mujeres. Es difícil afirmar si asoma una nueva derecha inmaculada, censora o si son destellos fascistoides con actitudes piadosas que rigen el submundo de los nuevos paradigmas. Los Insultos llenan el espacio sin derecho a réplica.” “El contenido de frases y oraciones es infamante y los autores exhiben una asombrosa superioridad moral. La recomposición política que proponen está hecha a imagen y semejanza de prejuicios propios de otra época. Misoginia, clasismo, prevalencia del pensamiento único y tiznes de mesianismo entre ridículos y preocupantes. Deplorable ha sido que confesos progres avalen la permanencia del perturbador procedimiento.”-“Triunfa el método”-24.10.2022-. Es pertinente la evocación del poeta Donne, cuando pretendemos ignorar por quién doblan las campanas.

Hoy

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