Reflexionando sobre “El ocaso de la nación dominicana”

Ramón Núñez Ramírez

Cuando el intelectual dominicano Manuel Nuñez publicó en 1980 su obra “El ocaso de la nación dominicana” fue preciso en su ensayo cuando afirmó: “Aclaro que no se trata del modelo del profeta. El ocaso de la nación dominicana no es ni predicción de lo que aun no es, ni revelación de una videncia, sino un esfuerzo de raciocinio para saber cuáles son las posibilidades con las que tenemos que lidiar hoy”.

Manuel Nuñez fue galardonado con el Premio Nacional de Ensayo 1990 que otorgaba la Secretaria  de Educación y en 2002, por la segunda edición ampliada y revisada, en la Feria Nacional del Libro con el Premio E. León Jiménez, por supuesto no todos fueron elogios, los pro-haitianos de entonces respondieron a la obra con insultos, incluso personales contra el autor, sin embargo cuarenta y cuatro años después de la primera edición, con el colapso del estado haitiano, la obra se ha vuelto profética porque, si no se toman las acciones contundentes, el ocaso de la nación dominicana, del titulo de un brillante ensayo está camino a convertirse en una posibilidad a la vuelta  de pocos años.

Ningún país puede soportar una inmigración sostenida, la importación de miseria, la posibilidad de que esa inmigración se convierta de una minoría cuya mano de obra barata es el sostén de varias actividades productivas, a una mayoría que colapse nuestro sistema de salud y educación y a su vez se levanten contra el orden social establecido o los dominicanos los enfrenten violentamente cuando cometan crímenes, como ha acontecido, o cuando se sientan desplazados de su propio territorio. Podríamos convertirnos en los Balcanes del Caribe por la imposibilidad de convivir dos etnias diferentes.

¿Es inevitable la posibilidad del ocaso de la nación dominicana?, por supuesto que no, pero para ello este gobierno y los que le sucedan deberán con voluntad política y enfrentando las presiones de la «comunidad internacional”, mantener las deportaciones de los indocumentados, perseguir y sancionar los traficantes de inmigrantes, forjar un cuerpo militar bien pagado para proteger la frontera y destituir deshonrosamente y someterlos a tribunales civiles a los que se prestan a cobrar peajes para dejarlos cruzar.

Es necesario acelerar y concluir la construcción del muro físico y el tecnológico, pero la acción más determinante será la intervención del mercado laboral, cumplir con la ley en lo que respecta al 80-20, sancionar a los empresarios que contraten mano de obra ilegal y aplicar desde ya el plan anunciado en 2021, donde daban un plazo de tres meses para que los promotores de viviendas y los propietarios de fincas formalizaran sus trabajadores indocumentados.

Esta debe ser una gran tarea de compromiso de varios gobiernos y la sociedad para preservar una nación que enfrentó a Haití y varios poderes imperiales para constituirse en un conglomerado con identidad propia, vocación democrática y de progreso y de hecho estamos en la ruta del despegue hacia el desarrollo siempre y cuando se invierta en una buena educación, se fortalezca la institucionalidad y nos protejamos del peligro haitiano, poniendo un límite a la migración y formalizando los trabajadores que requiera la economía.

Estamos a tiempo de impedir el ocaso de la nación dominicana y de legarles a las futuras generaciones un país de oportunidades, de equidad, paz social y avances democráticos.

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