República Dominicana podría perder su nombre si no controlamos la inmigración haitiana irregular

Arturo Martínez Moya

Esta columna, que se ocupa del análisis de las cifras macroeconómicas de actualidad, esta semana se refiere, como dijo el presidente Luis Abinader, a la inaceptable e irresponsable intromisión en nuestra política exterior del señor Volker Türk, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

En lugar de felicitar al Gobierno y al pueblo dominicano por la histórica carga que ha soportado sin compensación de la ONU ni de nadie, y creyéndose con el derecho de dar órdenes, exigió que se mantenga sin control y en niveles récord la entrada irregular de haitianos por la frontera usando la gastada mentira de “prevenir la xenofobia, la discriminación y todas las formas de intolerancia racial o étnica hacia los inmigrantes haitianos”. Usa el discurso mentiroso porque no tiene solución al problema haitiano, la verdad es que racismo y xenofobia son términos que nunca han sido parte de la cultura del dominicano que tiene consciencia de su identidad, una mezcla de cultura indígena, africana y española.

El presidente Abinader le respondió con contundencia y responsabilidad, no solo mantiene la política de deportar a haitianos que crucen la frontera de manera irregular, sino que la intensifica a partir de hoy lunes. Frenando en seco la inmigración que amenaza nuestra identidad dominicana, cumple con la Constitución de la República, en los meses agosto-octubre 2022 se repatriaron 60,204 haitianos y 108,436 en todo el año.

Lo hace consciente de que el actual ciclo económico positivo incentiva ese flujo migratorio irregular por la frontera que debilita nuestro sistema de salud y educación. Que cuida la solidez y estabilidad de la economía, ejemplo en la región, para con seguridad empresarios dominicanos y extranjeros puedan invertir en sus empresas y nuevas actividades, lo que equivale preocuparse por el bienestar de los dominicanos.

Protege el crecimiento del PIB real (ajustado por inflación) esperado de 5% para este año y el de 2023 que se proyecta superior a la expansión mundial y regional, en un contexto de enfriamiento generalizado de economías como lo plantean Organismos Internacionales.

Abundan investigaciones, algunas financiadas por la ONU que se supone conoce el señor Volker, demostrando que la incorporación a los puestos laborales de los inmigrantes haitianos que cruzan la frontera de manera irregular, reduce el salario, sustituyen a trabajadores dominicanos en lugar de complementarlos, y no contribuyen con diferentes habilidades a aumentar la productividad y a reforzar el empleo en sectores esenciales que la oferta nacional no está completando.

Es histórica la deuda de las potencias extranjeras con Haití, a los que el señor Volker Türk debería enviar las facturas del costo de la solución de los problemas de violencia armada, violaciones de derechos humanos y situación de pobreza generalizada que cita y pretende que paguemos abriendo la frontera.

Los hechos históricos demuestran que, en la última década del siglo XVIII, con su revolución los esclavos haitianos no se independizaron de Francia, lo que buscaron y lograron fue deshacerse de la esclavitud a que estaban sometidos por hacendados franceses, y que en 1827 es cuando Francia pone un precio (150 millones franco francés) para darle su independencia, sin dejar instituciones ni nada organizado para cimentar una nacionalidad. Uno de los problemas de origen de Haití al que nunca se ha referido la ONU.

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