República Dominicana: Una sociedad con compulsión a la repetición

En una de las avenidas de Santo Domingo, se estaciona un camión de color rojo, cargado de sueños financieros en forma de cajas, dichas cajas o mercancías están forradas con una lona azul para proteger la valiosa mercadería de origen privado; súbitamente, aparece una multitud, trepándose al vehículo y sustrayendo las cajas que antes estaban tapadas por aquella lona azul. La virginidad de la frágil lona se pierde paulatinamente,  al sentir las manos depredadoras de una etnia  disfuncional y licenciosa.

En medio de la dramática pero real escena, como si fuera una burla intencional, alguien está firmando el éxito rotundo de un robo prosaico, pecaminso y antisocial. Entre esas risas, gritos de alegría y aplausos, un grupo de dominicanos certifican el pillaje, lo celebran y lo justifican usando su pobreza como pretexto. Nadie se acerca, es como un drama para representar el castigo de los obreros a la propiedad privada. Lentamente, lleno de temor, preguntas e ira, el chofer decide la marcha silenciosa del camión rojo y de un proyecto financiero fallido debido a la corrupción colectiva e impregnada en la cultura dominicana.

En esta escena, la cual es real y pasa con frecuencia, podemos palpar el tigueraje dominicano que se refleja en todos los estratos sociales; especialmente, en aquellos que poseen el poder para promover negativamente  acciones corruptoras, como el soborno, los atracos, y violación de las leyes. Es ahi donde se origina la urgencia de buscar líderes con visión, pasión y valentía para poder simplificar, diezmar y contrarrestar la cultura anárquica que domina a nuestro país.

La escena del camión rojo es una manifestación real de lo que existe en la mente  de los dominicanos. Nos han vendido la falsa idea de que robar es necesario para sobrevivir y para triunfar, que robar como funcionario es una oportunidad para posicionarnos; esta mentalidad y conducta es impulsada por la impunidad y el compadreo. El mal es tan profundo y marcado, que convertimos todos los males en chistes, en cuentos y en comedias para reírnos, pero al final de esas máscaras no ofrecemos soluciones.
Es como decía Freud, que las personas que han sufrido trauma parecían estar atrapadas en repeticiones compulsivas de comportamientos autodestructivos, es una compulsión a la repetición. Así es, nos estamos auto aniquilando como país, como Estado. Seguimos promoviendo lo malo, lo indebido y lo antidemocrático.

Somos un país indisciplinado, lleno de caciques, se nos hace difícil cambiar. Por eso estoy cansado de escuchar personas hablando de valores, de la oración y que debemos educar; creo en los valores, los practico y los promuevo, soy seguidor de Jesús y creo en el poder de la oración, apoyo e incentivo la educación; pero también creo,  que para producir un cambio sustancial en nuestro país,  se requiere un liderazgo íntegro, fuerte y que implemente el imperio de la ley hasta las últimas consecuencias.

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