¿Se esfumó la verdad?

Rosario Espinal

La manipulación informativa no es nueva, aunque se hable mucho de ella ahora por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación.

En las relaciones humanas, la manipulación es la estrategia para incidir en los demás (para ejercer poder), a partir de argumentos que benefician fundamentalmente a quien busca manipular, ocultando ese objetivo.

Y es que las relaciones humanas están mediadas por intereses individuales o grupales, y esos intereses impactan las formas comunicativas. Los intereses son diversos y la valoración o justificación de ellos dependerá de quien la haga.

Se supone que no hay manipulación cuando las partes, sobre todo aquella con más poder, permiten el cuestionamiento y la muestra de evidencias contrarias.

Por eso la ciencia no se considera manipulación, sino búsqueda de la verdad. Está fundamentada en la noción de que siempre es posible cuestionar y cambiar a través de nuevas informaciones.

El desarrollo del periodismo también se concibió como un ejercicio de ofrecer información objetiva al público para que se informara, y, a partir de ahí, se forjara opiniones y asumiera posiciones.

De todas maneras, aun en el caso de esos dos pilares de la modernidad (ciencia y periodismo), es imposible decir que toda información o conocimiento sea totalmente objetiva, ya que siempre hay subjetividad en la acción humana.

La verdad es la idea de que buscamos la información más precisa, y el esfuerzo por encontrar y presentar información que la sustentan. Para llegar a la verdad se necesita una intencionalidad humana de buscarla y presentarla. Eso sería lo más cercano a no manipular.

La modernidad que impulsó el desarrollo de las ciencias tuvo como uno de sus fundamentos la búsqueda de la verdad. Sin verdades científicas no se hubiese podido desarrollar la medicina (crucial para aumentar la expectativa de vida de los seres humanos), ni la economía, ni la tecnología.

Ahora hemos llegado al mundo de la llamada “posverdad”, donde no hay que hacer ni esfuerzo por aparentar que una idea se sustenta en hechos comprobables.

Según el filósofo Byung-Chul Han, la comunicación digital no transmite información para el juicio o la reflexión, sino para la reacción. Así, la información (o desinformación) se ha desvinculado de la verdad; prevalece la interactividad sobre la comunicación y el diálogo.

La comunicación política se ha reducido al marketing, mediante el cual los expertos buscan el control del pensamiento y las conductas humanas.

Como la manipulación es más fácil de lograr que el discernimiento colectivo, la comunicación estratégica o instrumental, sobre lo que escribió Jürgen Habermas, ocupa un lugar central en la comunicación política.

Las elecciones son un momento de clímax en la competencia política, donde se utiliza, sobre todo, la campaña negativa para deslegitimar al otro.

En una democracia ideal, deberíamos estar debatiendo y reflexionando sobre lo que más conviene como sociedad (lo que Habermas llamó la acción comunicativa), bajo la premisa de que así se tomarán mejores decisiones y se adoptarán mejores políticas públicas para el bienestar de la colectividad.

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