Serrat comenzó a casa llena en Nueva York su gira de despedida

Que Joan Manuel Serrat, el “cantor embustero”, esté realizando su gira de despedida es una lamentable noticia, no sólo para sus fanáticos, sino para el arte en general. Quienes aún valoran la letra en una canción seguramente hace rato andan huérfanos ante la “música” actual, donde todo pasa y nada queda.

La muy fría noche del miércoles 27 de abril el catalán arrancó a casa llena en el “Beacon Theatre” de Nueva York su gira de adiós, “El vicio de cantar 1965-2022”. En esta ciudad cantó por primera vez en 1976, cuando ya llevaba al menos dos quinquenios de carrera. Aquí ahora recomenzó su bajada de velas: como todos Serrat pasó “dos o tres años sin cantar” por la pandemia. Y en algún momento de ese inédito paréntesis global –el anterior fue cuando nació en 1943, en plena 2da guerra mundial- tomó la agridulce decisión de retirarse. Está previsto que la gira termine el 23 de diciembre –cómo no- en su Barcelona natal.

“Los recuerdos no son sinceros”, dijo esa noche ‘el Nano’ o ‘el chico del Pueblo Seco’ -su barrio natal-, como también se le conoce. Con esa salvedad y entre chistes, narró anécdotas de su madre laboriosa, de su padre que esa noche cumplía 43 años de muerto, y de sus tres hijos ya adultos.

Serrat es del selecto grupo de cantautores iberoamericanos -como Sabina, Yordano, los hermanos Cano, Blades, Guerra- que, sin tener la gran voz, crearon composiciones clásicas que bien podrían ser cuentos, poemas, editoriales, manifiestos o relatos. Ninguno de ellos es perfecto -nadie lo es- en sus ideologías y posturas, menos cuando se van acumulando tantas décadas con sobresaltos en el mundo.

De hecho, Serrat ha defendido la dictadura chavista de “elecciones limpias y abiertas” que arruinó a Venezuela; y ha criticado la “desmesurada presión” contra los Castro en Cuba, cuando al mismo tiempo proclamaba en una canción que muchos “no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado”.

Pero su talento sale ganando de lejos. Bautizados –Penélope, Benito, Lucía– o genéricos como la suegra “Señora”, “aquellos locos bajitos”, “el caminante que oyó al poeta gritar”, la vida que “de vez en cuando nos besa en la boca”, el niño feliz “cuando sale de la escuela”, el “cada loco con su tema” o los novios que “tenían quince años”, Serrat pasó décadas creando personajes de amor, nostalgia, desespero, ironía, miseria, ternura, vagabundería, calle y taberna, que bien podríamos ser nosotros, la vecina, el mendigo de la esquina o aquel que sin haberlo conocido no dudamos que exista. 

Como tan bien explicó el miércoles, una canción es un “matrimonio por conveniencia” entre una letra y una música, “un café con leche, que una vez mezclados no se pueden separar”. En su caso, por fortuna. En otros, por mala suerte.

ElDiario

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