Sexo, corrupción y cintas de audio

Gina Montaner

En 1989 el director de cine Steven Soderbergh sacudió el panorama cinematográfico con un filme, Sexo, mentiras y cintas de vídeo, en el que exploraba el lado oscuro de la sexualidad, las mentiras que en muchas ocasiones rodean a las relaciones humanas y la “cosificación” de las mujeres.

Lo traigo a colación por la crisis política en España que tiene al borde del precipicio al gobierno socialista (PSOE) del presidente Pedro Sánchez. En este caso se trata de una trama de corrupción –las mordidas que aparentemente recibían asesores muy allegados a Sánchez a cambio de favores políticos, principalmente en adjudicaciones de obras públicas– que salpica a la cúpula del PSOE y que tiene más ramificaciones. Los tres principales implicados, además de un empresario “conseguidor” que ha tirado de la manta y desde hace meses colabora con la justicia, son el ex ministro José Luis Ábalos; el ex secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, y Koldo García, este último hombre de confianza de ambos que era el presunto gestor de las comisiones que se quedaban en el camino (o sea, sus bolsillos). Los dos primeros fueron instrumentales en el ascenso de Sánchez en el Partido y su consolidación como líder hasta llegar a la presidencia hace siete años.

En vista de que la trama de corrupción se acerca peligrosamente al presidente del Gobierno –la unidad de la Guardia Civil que investiga el caso y que ha publicado un informe incriminatorio de casi 500 páginas lo describe como un esquema de “crimen organizado”–, Ábalos, Cerdán y Koldo son materia altamente tóxica. Si en el pasado tenían acceso al Palacio de la Moncloa, hoy son repudiados por compañeros de filas que hasta hace poco “ponían la mano en el fuego” por Ábalos y Cerdán. No por Koldo, que era el que presuntamente se embarraba en el lodazal para enriquecer a sus superiores y, de paso, enriquecerse él y su familia.

Como suele ocurrir en estos complós, para protegerse en caso de que la burbuja estalle, el eslabón más débil guarda pruebas por si llegara ese momento de “sálvese quien pueda”. Koldo García grababa muchas de las conversaciones que mantenía con sus “jefes” y ahora estas grabaciones están en manos de las autoridades y se han hecho públicas. Ciertamente, da grima escucharlos hablar de las golosas comisiones que pretendían recaudar por consignar contratos a empresas dispuestas a soltar las mordidas correspondientes. Y hasta acaban por tener diferencias como aves de rapiña que pelean por el botín. Las traiciones por la avaricia sin límite son habituales en el “crimen organizado”. Basta ver la soberbia serie Los Soprano para reconocer el pozo sin fondo que conlleva la degradación moral. En la política también hay mecanismos que se asemejan al de la Cosa Nostra.

Pero hay algo que también llama mucho la atención de estos audios: el contenido con tufo machista de muchas de las conversaciones, en específico las que sostenían Koldo y el ex ministro Ábalos. Ambos hablan de modo zafio sobre la cantidad de mujeres cuyos servicios aparentemente contrataban para sus fiestas particulares. Hasta los hombres de la magnífica serie Mad Men, que en los años sesenta veían a las mujeres como simples objetos sexuales en el hogar y en las oficinas, parecen príncipes de cuentos comparados a estos individuos, más próximos a las cavernas que a la realidad del siglo XXI. En los infames audios las clasifican por sus destrezas sexuales, discuten cómo se las repartirán, mencionan las distintas nacionalidades (algunas colombianas y rumanas) de las chicas a su servicio, los puestos que se les pueden conseguir. A las más favorecidas les asignaban una vivienda. Hablando en plata: además de la armazón de mordidas, se atisba todo un entramado que apunta a prostitución y que supuestamente se sufragaba con el dinero “negro” que obtenían.

Si algo ha enfatizado el gobierno de Pedro Sánchez es la defensa del feminismo como contraposición a los obstinados remanentes del machismo de tiempos pasados.

En la cúpula del gobierno hay numerosas mujeres que abanderan la batalla por la igualdad de sexos y repudian abiertamente los vestigios sexistas. Al escuchar los audios, en los que abunda un lenguaje despectivo hacia las mujeres, es imposible pensar que estos señores limitaran sus expresiones peyorativas esas conversaciones, ya que forman parte de su ADN retrógrado. Y al presidente del Gobierno, al que le gusta presumir de ser un hombre moderno, no se le pudo escapar lo groseros y abyectos que eran estos asesores con los que trataba a diario y para quienes las mujeres son objeto de uso y desecho.

Está por verse lo que Pedro Sánchez sabía y no sabía sobre la trama de corrupción que chapoteaba en su vecindad. Por ahora, se aferra al victimismo y culpa a la oposición de querer “derribar un gobierno legítimo”. Se niega a admitir que la deslegitimación proviene de un entorno envenenado. Y está claro que, en lo concerniente a la actitud despreciable de sus hombres de confianza con las mujeres, nunca le dio la importancia debida. No sólo la mujer del César ha de ser y parecer honesta. Lo fundamental es que el César lo sea y lo parezca. Lamentablemente, en la política muchos suspenden en este apartado.

Listín Diario

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