«Si mi biblioteca ardiera esta noche…»

TONY RAFUL

Consabido el estrés, infalible la destreza voluta de toda quimera, el mundo liberado a hurtadillas en insomnios fecundos o la amnesia útil, aquella que nos permite empezar de nuevo y anular los agravios del pasado, como diría Borges. Y a pesar de todo embrollo yo pienso en Aldous Huxley, cuando lleno de pavor decía: “Si mi biblioteca ardiera esta noche”. El trastrueque invita a actualizarnos en los nuevos códigos de la informática. Otros consultarían a los Vedas, quienes sobrevuelan y hurgan impertérritos en la inmancable sabiduría de la gnosis. Y así en círculos, la urdimbre del cosmos nos rota en un retorno infalible de cenizas y memorias. Pero Huxley nos confronta y señala que, si su biblioteca ardiera de súbito, él repusiera nuevamente a sus autores favoritos y que al reponerla: “Estaría Shakespeare, porque como la jirafa, no existe otro animal como ese. Es una imposibilidad y no obstante maravillosamente existe, demasiado bueno para ser cierto… Estaría Homero, estaría Chaucer, Dante, estaría Donne por su fascinante combinación de sensibilidad moderna y sabiduría medieval… Estaría Wordsworth, porque es una de las fuerzas de la naturaleza…Estaría Baudelaire, porque fue el último y el más elocuente… Estaría Rimbaud porque alcanzó la perfección mientras forjaba una revolución literaria… Estaría Mallarme, porque fue el artista más perfectamente consciente y porque su poesía ha sido para mí, una suerte de obsesión… Estaría Yeats, porque en sus versos tardíos realiza cosas extraordinarias por medio de combinaciones de palabras tan despojadas y recuadradas como las de la Divina Comedia… Estaría Eliot porque la suya es la voz más bellamente articulada de la generación a la que pertenezco… En cuanto a los novelistas, Tolstoi, que sabía todo por medio de una suerte de empatía fisiológica, una perfección de sí mismo hacia la naturaleza orgánica de sus personajes… Dostoievski, Dickens y Balzac cuya fantasía omnisciente era sistemática y seudológica, y Stendhal esa animada combinación romántica y lo cínico analítico…otro ángulo, Voltaire, David Hume por su sagacidad escocesa, Samuel Johnson por su vastísimo sentido común y frecuente y conmovedora elocuencia… y Emerson, quien escribe como un oráculo y posee una autentica sabiduría, y Schopenhauer, uno de los pocos grandes germanos que no despliegan esa nimiedad o excesivismo que Coleridge declaró el pecado literario nacional. Y Heine, el más grande virtuoso de la prosa romántica…” Entonces Matthew Arnold se preguntó, “¿qué es lo que nutre mi mente en estos tiempos difíciles? Y Aldous Huxley, le respondió, “¡una buena colección de buenos libros! “ Y así, contra viento y marea, contra la miseria de la lengua, que escupe la horda rastrera que anula la profundidad del criterio, y toma por asalto toda iniciativa de la belleza retórica y la convierta en jerga, en escupitajo, amasijo de seres primarios en involución genética hacia el exterminio de toda armonía y belleza, impávidos y desalmados. Si mi Biblioteca ardiera esta noche, yo recordaría a los griegos, para quienes todas las cosas son formas, y me situaría, a la vera del camino. Baltazar Gracián decía que, “el sabio lleva una ventaja, es inmortal, si este no es su siglo, muchos otros lo serán”. Y como Huxley le ripostó a Arnold, procuraría otra colección de buenos libros, para reponer en mi Biblioteca ardida, el flamígero encanto de la palabra y la cultura.

Fuente Listín Diario

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