Sutil suavidad para una grandiosa dignidad

Por Juan Llado

Hay pequeños eventos que, en los contenidos que proyectan, no tienen nada que envidiarles a los grandes. Un ejemplo de ello fue el acto que organizó el Ayuntamiento del Distrito Nacional el pasado 16 de julio para conmemorar un aniversario más del juramento trinitario. Honrando la grandeza de los patricios, el acto se dedicó a la sutil suavidad de la “filoria”, una blanca flor que fue el símbolo distintivo de los trinitarios. Tristemente, la ocasión tambien sirvió para revelar el insolente abandono del cercano lugar donde los trinitarios firmaron su juramento.

También conocida como jazmín de malabar o gardenia, la planta filoria fue originalmente traída al país desde Venezuela por la señora Filomena Gómez de Cova. (El Ensanche Serralles tiene una calle con su nombre.)

Para identificarse los varones trinitarios la usaban en la solapa de su saco y las mujeres entretejida en su cabellera. A los trinitarios eventualmente se les conoció con el mote de “filorios”, un término inexistente que denotaba desprecio por su inclinación a la filosofía. El término se usaba para ridiculizarlos, queriendo decir que eran incapaces de hacer nada en serio. “En Santo Domingo parece que la flor creció y se extendió orgullosa, insigne, como emblema de la identidad nacional, después de la independencia.”

El acto se celebró en el patio frontal de la Iglesia del Carmen del Centro Histórico de Santo Domingo. Su sencillez y brevedad fueron congruentes con la pureza de la misma flor. Primero el eminente gestor cultural Kin Sanchez contó la historia de la flor en nuestro medio y luego explicó los detalles patrióticos del entorno. A seguidas la socióloga Eulalia Flores ofreció detalles sobre el cultivo de la planta, resaltando su presencia en múltiples entornos y la simpleza de su cuidado. Un par de canciones del artista Claudio Cohen sirvieron para engarzar en poesía la importante ocasión. La ducal arquitecta Diana Martinez, responsable de la Direccion del Centro Histórico del ADN y organizadora del evento, abrió y cerró el acto con breves y finas palabras. Y al final se distribuyeron algunas plantas de filoria entre los asistentes.

La intervención de Kin Sanchez fue particularmente luminosa. Según su explicaciones, el Centro Histórico se divide en tres demarcaciones: la Ciudad de Ovando (entre la calle Las Damas y la Hostos), la Ciudad de Diego Colon (entre la Hostos y la 19 de marzo) y el resto conocido de antaño como Navarijo (entre la 19 de marzo y la Palo Hincado). Sanchez informó que este último recinto contiene las casas de Mella, Sanchez, Emiliano Tejera, Jose Gabriel Garcia, la casa de Josefina de Perez donde se fundó La Trinitaria, la casa donde Concepcion Bona armó la primera bandera dominicana y la hoy llamada Puerta del Conde. Sanchez nos hizo ver como ese cuadrante representa las raíces de la Patria y califica como el más insigne reducto republicano del Centro Histórico de Santo Domingo.

Furias infernales abrumaron el alma una vez Sanchez nos hizo ver el deplorable estado de la casa de Josefa Antonia Perez, ubicada justo al cruzar la calle arzobispo Nouel frente a la Iglesia. Josefa era cariñosamente conocida en los anos de la gesta independentista como Ma Chepa o Chepita. Como muestra el grafico su casa tuvo el honor de albergar el acto mediante el cual los trinitarios se comprometieron, en presencia del presbítero Gaspar Hernandez, a “cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera.” Ma Chepa era la madre de Juan Isidro Perez, uno de los más leales colaboradores de Duarte. Prestando al compromiso una sagrada solemnidad, cada uno de los participantes firmó con su propia sangre el documento del juramento.

¿Cómo se explica que un lugar de tal sacralidad histórica este abandonado y permanentemente cerrado al público? ¿Cómo es posible que el Instituto Duartiano y/o la Academia Dominicana de la Historia sean reos de tan colosal desidia? ¿Cómo es posible que todas las reliquias republicanas de Navarijo y de las otras demarcaciones que se vistieron de gloria con la sublimes gestas de la independencia estén abandonadas a su suerte? Llena el corazón de pena y congoja que nuestras presentes y futuras generaciones no cultiven una reverencia respetuosa sobre estas reliquias de la patria porque no se les expone adecuadamente a ellas.

Esa casa de Josefa Perez no solo amerita un urgente tratamiento para su cabal conservación. Es necesario que se enaltezca con una soberbia remodelación de su entorno y una reconfiguración del interior para convertirse en un verdadero museo de la gesta independentista. (Antes había una biblioteca que dejó de operar hace mucho tiempo.) Lo ideal es que funcione como un apéndice del Museo de Duarte y contenga todas las reliquias –auténticas y reproducidas– que puedan recrear no solo el ambiente de una vivienda de la época sino tambien el mobiliario y aditamentos que fueron necesarios para el famoso juramento. El lugar conjuga la gloria de haber sido anfitrión de ese magno evento y tambien la cuna del trinitario que mayor lealtad profesó por Duarte. Para algunos, Perez y Pina tienen más merito para merecer ser Padres de la Patria que Mella y Sanchez.

El complemento a esta obra de rescate histórico convendría que fuera un proyecto para inundar de filorias a todo Navarijo. En el Centro Histórico abundan las bugambilias y porque a ellas se les conoce con el nombre de “trinitarias” muchos han creído que llevan ese nombre en honor a los trinitarios. Estas no abundan mucho en Navarijo y no hay razón para que desaparezcan del escenario del recinto. Pero las filorias deben arropar todos aquellos escenarios donde se sabe que habitaban o visitaban los trinitarios, por ejemplo, el Callejón de Regina. El mismo patio de la Iglesia del Carmen debe convertirse en un jardín de filorias. Ideal sería que se desplegaran macetas que contengan la planta y que las mismas adornen balcones y esquinas por doquier. Los juntas de vecinos correspondientes podrían ayudar en eso, especialmente si el ADN le provee recursos para estimular su participacion.

Otra flor dominicana de estirpe virginal que se parece mucho a la filoria es el llamado velo de novia. De esa planta deberían poblarse las demás demarcaciones del Centro Histórico. El resultado sería un manto floral que arroparía con blancura todo el recinto. Cual vestimenta papal, ese color impactaría con una visión virginal y pura de nuestros origines y de nuestra nacionalidad. Las hordas de turistas extranjeros quedarían maravilladas ante tanto embrujo histórico. De ahí que organizaciones tales como ASOCONDE, la Asociacion de Propietarios y Residentes, las 13 juntas de vecinos y los directivos de la Ciudad de Ovando tengan mucho que discutir para encarrilar semejante proyecto.

A mi humilde entender, el Instituto Duartiano debe diligenciar los recursos para la obra de rescate de la vivienda de Machepa y los entes privados del Centro Histórico deben ser los protagonistas del proyecto floral. Lo primero pasa por conseguir que la Iglesia Católica, propietaria de la vivienda, traspase su propiedad al Estado y/o al Instituto Duartiano. Lo de las flores es un emprendimiento que puede lograrse con una diligente gestión de aquellos a quienes más les importan nuestras raíces históricas. A ellos les compete insuflar placer estético a nuestra historia.

Los dominicanos vivimos en deuda con la memoria de la grandiosa dignidad del Padre de la Patria y de su majestuosa obra de alumbramiento de nuestra nacionalidad. Es tiempo de que demos al César lo que es del César y no solo a Dios lo que es de Dios. El acto mencionado fue, lamentablemente, un poco concurrido homenaje cuya repercusión está por verse.

Publicado en Acento

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