Todo cuesta, nada es gratuito

Sergio Sarita Valdez

Con apenas un año de haber recibido el título de Doctor en medicina, otorgado por la Universidad de Santo Domingo, ya convertida en “Autónoma”, y también habiendo completado el requisito de la pasantía de ley, viajamos a la ciudad de Chicago en donde nos haríamos especialista en varias áreas de la patología. Algo que nos impresionó de inicio fue lo preciso del tiempo en relación con los horarios de trabajo, así como la programación anual del entrenamiento y su estricto cumplimiento. Se trataba de mucha disciplina, trabajo, cumplimiento y rendimiento.

Para todos los médicos participantes en el Programa de Residencia era de suma importancia el fiel comportamiento ya que del mismo derivaba las buenas recomendaciones para poder acceder en el futuro a posiciones de ascenso laboral.

En ese ambiente propio de una nación desarrollada en el que no se conocía eso de apagones eléctricos, ni de interrupción en el servicio de agua.

Los trenes y autobuses de transporte urbano pasaban cada 10 y 15 minutos con una exactitud de reloj atómico.

Fue en ese ambiente en el que escuché por vez primera la sabia, universal y permanentemente verdadera frase: “There is no free lunch”, traducida al español como: “No hay almuerzo gratis”.

Como resultado del inicio de la reclusión social en marzo de 2020 a causa de la pandemia del coronavirus mucha gente comenzó a consumir sin producir, pensando quizás que se trataba de un manjar caído de los cielos, no sabiendo que se agotaban las reservas y ahorros para a seguidas acudir a los préstamos internos y externos.

Algunos no advirtieron que lo prestado siempre termina saldándose con caros intereses. Se fueron acostumbrando a consumir sin producir ignorando el axioma arriba enunciado.

Las fiestas navideñas, Año Nuevo, Reyes Magos, semana mayor, fechas patrias y todos los fines de semana nos incitan al exceso en el gasto familiar e individual, ayudando de ese modo a expandir los efectos nocivos de la sociedad de consumo. Agreguemos a ello la dilapidación de recursos en la permanente campaña electoral en donde se escenifica la lucha política por la permanencia o cambio de las autoridades de Gobierno. Ya es costumbre el uso de las arcas del Estado para en base a artimañas, desviar esos dineros hacia el financiamiento solapado de las candidaturas oficiales.

El resultado neto de todo lo arriba enunciado ha sido el continuo endeudamiento y desequilibrio de la balanza de pago individual, familiar, y principalmente gubernamental.

Adrede olvidamos que las comidas, las bebidas, las fiestas, el disfrute de los viajes y muchos otros placeres tienen su costo. Al final de la jugada y del placer nos pasan la cuenta. Terminamos incrementando la deuda hasta convertirnos en insolventes e indisciplinados. Es así como históricamente han venido las intervenciones foráneas, la pérdida de la soberanía, la eterna dependencia y la pobreza.
La evolución histórica de la República solo cambiará de giro orbitario cuando la sociedad en grande entienda que no hay “Free lunch”, que todo cuesta y de que nada es gratuito.

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