Tributo a los románticos
Ricky Noboa
El néctar del espíritu es el romanticismo. Con la creación de la escuela literaria y artística en la primera mitad del siglo XIX, los poetas marcaron sus obras con el sello del romanticismo, sentimiento y pasión. Ser sentimental y apasionado nos coloca en una dimensión emocional que nos eleva al más sublime estado espiritual, percibiendo cómo nos corre por las venas el embriagante contenido del sentimiento humano, que en simbiosis permanente con lo racional, nos da la fuerza y el valor que motoriza cada expresión de entrega. Volamos entre el amor y el desamor, pero siempre encontramos una razón para seguir volando, porque ser “Romántico” es vivir de las vivencias pasadas un presente de motivaciones futuras; es sustraerse de lo terrenal para respirar el aliento que nos deja el besar. En esta columna nos apartamos de lo escéptico al entregarnos al más real sentimiento de admiración a la musa del “Paraíso Soñado” de Manuel Sánchez Acosta, las “Arenas del Desierto” de Héctor Cabral Ortega, el “Tres Veces te Amo” de Manuel Troncoso, la “Evocación” de Papa Molina, la “Guitarra Bohemia” de Juan Lockward, la “Magia” de Rafael Solano, “Qué Confusión” de Víctor Víctor, el “Déjame Quererte” de Luis Rivera, “Para Quererte” de José A. Rodríguez, “Cuando te Beso” de Juan L. Guerra, “Concierto en Gris” de Nelson Lugo, “Cómo Dejar de Quererte?” de Leonor Porcella, “Comprender Más” de Anthony Ríos, “Y” de Mario de Jesús, las “Ternezas” de Moisés Zouain y “De Carne o de Hierro” de Fernando Arias. Todos ellos, exponentes de la más genuina expresión romántica dominicana, aporte que enaltece nuestra sensibilidad en cada una de sus composiciones.