Trujillo reconocido y con partido (Cronicanto a un martes trujillista)

PABLO MCKINNEY

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En esa insana virtud que es meter la pata, la Cámara de Diputados permitió que un legislador de ultramar añadiera a una lista de dominicanos a quienes iba a reconocer la institución, a una nieta del dictador Trujillo que preside la Fundación que lleva su nombre: Rafael Leónidas Trujillo Molina. ¡Como lo oye!

En un país que respete la sangre bendita de sus héroes, las “páginas gloriosas de su historia”, sería impensable este reconocimiento. Solo que, como la chica del comercial de la telefónica, aquí el trujillismo “se fue… pero no se fue”. La mayoría de los héroes que el 30 de mayo ajusticiaron al tirano, lo hicieron por asuntos de honor familiar (la sangre de un hermano se lava con la sangre de su verdugo) y no por cuestiones estrictamente políticas.

Gracias a la vigente ley 5880 del 3 de mayo del 1962 (no derogada aún, aunque ganas no le han faltado a cierta partidocracia genuflexa y sin memoria), en el país es un delito promover las fechorías del trujillismo más degenerado y/o negar las atrocidades a las que, por bondad divina, sobreviven algunos mártires con sus hijos, y los nietos de sus hijos.

¿En qué país estamos viviendo? Un día la Cámara de Diputados reconoce a una nieta del sátrapa por el “mérito” de dirigir la Fundación que lleva su nombre, y a los pocos meses, la JCE (obviando la citada ley y las múltiples grabaciones donde aparece el innombrable justificando y promoviendo la tiranía del abuelo) lo premia con un partido político para que siga sacando provecho al desencanto ciudadano hacia una democracia que, gracias a Churchill, sabemos que es el peor de los sistemas políticos “con la única excepción de todos los demás”.

Y así van creciendo los seguidores de un trujillismo reconocido por el Congreso de la República que, además, ya dispone de un partido político para reunir a los nostálgicos del régimen, más los desencantados de esta democracia gris, papelera y un poco puta, no fallida pero faltosa, que en cada LATINOBARÓMETRO se nos presenta como la meretriz del tango de Discépolo: “flaca, fané y descangallada”.

Por cierto, para valorar la democracia y sus imperfecciones, nada como la posibilidad cierta de una dictadura y sus horrores. En eso estamos los dominicanos… ¡y voto a voto que es lo que jode!

Fuente Listín Diario

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