Ucrania y el tiempo circular

Edgar Lantigua[email protected]

Un tuit de don Felipe Vicini me llamó la atención: “2022 es igual a 1938 No aprendemos…”, como si fuera una señal, esa noche daba vueltas a las opciones de películas en Netflix, para decidirme por Munich en vísperas de una guerra.

Es la historia de dos jóvenes, uno inglés y el otro alemán, compañeros de estudios en Oxford, que luego desempeñan funciones en sus respectivos gobiernos e intentan advertir al primer ministro Neville Chamberlain sobre los verdaderos planes de Hitler, en el marco de los acuerdos que evitan en principio, la ocupación de Checoslovaquia.

Con frecuencia se vuelve a Borges porque en su monumental erudición, intuyó con claridad premonitoria, los dramas que de forma recurrente vive la humanidad, como en su ensayo de 1943, El Tiempo Circular, un paseo por las ideas de diferentes pensadores que plantearon la visión del tiempo como un elemento circular, en el que las cosas se repiten.

La tercera de esas interpretaciones, con la que parece identificarse más, es la que se refiere a ciclos similares, no idénticos, así la historia parecería repetirse en acontecimientos parecidos unos de otros.

La tensión que vive el mundo con relación a Ucrania y las tropas rusas apostadas en su línea fronteriza, el anuncio la noche del lunes del envío de tropas a las provincias separatistas de esa nación, nos ponen en una crisis de similares proporciones a la del 1938, ahora no es Hitler, es Putin, no es Alemania es Rusia que nos devuelve a esos tiempos circulares.

Los esfuerzos del presidente de Francia, Enmanuel Macron y la disposición del presidente Biden para un diálogo de última hora con Putin, no han logrado un acuerdo como el del 29 de septiembre de 1938, que no evitó la segunda guerra mundial, pero la pospuso.

El mundo, conmocionado por la pandemia del coronavirus que ha cambiado para siempre la vida y que nos confronta con renovadas crisis de suministros, de aumentos de precios, está de nuevo ante una de las tensiones permanentes del ser humano, la fragilidad de la vida. Los tambores de guerra en Ucrania nos reafirman esa fragilidad.

En el centro de todo está la condición humana, la dualidad eterna del hombre en el que conviven, al mismo tiempo. las fuerzas creadoras y destructoras, la libertad natural y la dominación, la defensa visceral y a veces irracional, de los territorios, que alguien cree que les pertenecen y el poder totalitario.

Desde la disolución de la antigua Unión Soviética, Rusia no ha hecho más que girar sobre sí misma para fortalecer una y otra vez el poder de un solo hombre, Vladimir Putin, ya el poder no reside en el Politburó, del antiguo partido comunista, sino en este hombre que, al parecer, busca reconstruir el poder imperial de la nación más grande términos territoriales.

El despliegue de los acontecimientos demuestra que los servicios de inteligencia de Estados Unidos, en este caso, tenían razón, con relación a la intención de Putin.

Desde aquí, a más de 9 mil kilómetros de Ucrania, solo nos queda pedir la intervención divina y que Dios nos encuentre confesados.

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