Ultraderecha de Brasil busca musculo electoral, mientras celebra dictadura

Foto- El presidente Jair Bolsonaro, con los ministros cesantes y sus sustitutos el 31 de marzo. Diez ministros dejaron el gobierno para postular a tres gobernaciones de estado y escaños en el Congreso Nacional en octubre, en un movimento destinado a fortalecer la oferta de la extrema derecha y apoyar la reelección del mandatario. Foto: José Cruz/Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – La extrema derecha decidió organizarse y fortalecerse por la vía electoral en Brasil, aunque su líder, el presidente Jair Bolsonaro, y algunos sectores mantengan sus tentaciones dictatoriales de origen.

Diez de los 23 ministros del gobierno actual renunciaron el 31 de marzo para optar a distintos cargos  en las elecciones de octubre. La ley electoral exige que autoridades de primer y segundo rango del Poder Ejecutivo dejen sus cargos por lo menos seis meses antes de los comicios. El plazo vence este sábado 2 de abril.

La disposición no rige para el presidente de la República y los gobernadores de estado que intentan reelegirse, como es el caso de Bolsonaro, que puede permanecer en sus funciones, mientras hace campaña electoral. Tampoco para los legisladores.

Tres exministros son candidatos a gobernadores de estado y seis pretenden elegirse senadores o diputados. El décimo, el general retirado Walter Braga Netto, que era ministro de Defensa, va a postularse a la vicepresidencia en la fórmula de Bolsonaro, en lugar del actual vicepresidente, también general retirado, Hamilton Mourão.

Extrema derecha golpista se replegó

“La extrema derecha brasileña tiene dos caras, una golpista que es minoritaria y hace mucha agitación. Pero el 7 de septiembre de 2021 esa minoría se dio cuenta que no dispone de apoyo popular suficiente para un golpe y enfrentó resistencias entre los militares”, resumió para IPS Elimar Nascimento, profesor de la Universidad de Brasilia.

El 7 de septiembre, día de la independencia nacional, Bolsonaro convocó manifestaciones en Brasilia, São Paulo y otras capitales regionales, que promovió como “una oportunidad única” para cambiar “el destino de Brasil”, en alusión a un posible vuelco en el régimen.

La multitud en São Paulo fue impresionante, con centenares de miles de personas. El presidente, en su discurso, afirmó que dejaría de cumplir fallos del Supremo Tribunal Federal, especialmente del juez Alexandre de Moraes, al que calificó de “canalla”, mientras consideró una “farsa” las elecciones en urnas electrónicas.

Moraes conduce varios procesos contra Bolsonaro, acusado de encabezar actos contra la democracia, difundir noticias falsas y trabar investigaciones sobre corrupción en la compra de vacunas  contra la covid-19 por el Ministerio de Salud.

Bolsonaristas radicales, calificados como “golpistas”, hacen campaña por la vuelta del voto impreso en las elecciones.

Acusan al voto electrónico, usado en Brasil desde 1996 y sin ningún caso conocido de fraude, de facilitar el robo de votos. Habría ocurrido en 2018, según Bolsonaro, pese a su triunfo. Le quitó el triunfo en la primera vuelta, arguye.

El golpe “dejó de ser el camino, por ahora”, la extrema derecha se volcó entonces a la vía electoral, en un intento de conquistar cuatro años más de gobierno y seguir erosionando la democracia, evaluó Nascimento, sociólogo y analista político.

Bolsonaro menos impopular

La nueva postura resultó, ya que Bolsonaro mejoró su popularidad y redujo la ventaja que lleva el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) en las encuestas sobre las elecciones presidenciales de octubre.

El Instituto Datafolha registró 26 % de intenciones de voto para Bolsonaro contra 43 % para Lula, en encuesta divulgada el 24 de marzo. En el sondeo anterior, de diciembre, la diferencia era de 26 puntos porcentuales, nueve puntos arriba.

El avance del presidente se atribuye a su acercamiento a los partidos del llamado “Gran centro”, considerados corruptos y propensos a apoyar cualquier gobierno que les ofrezca ventajas políticas y pecuniarias, y que acapararon el poder administrativo desde fines de 2021.

Para sellar la alianza con políticos que antes repudiaba, Bolsonaro se inscribió en el Partido Liberal (PL) el 30 de noviembre de 2021. Es su noveno partido en 34 años de carrea política. En 2020 fracasó en el intento de formar su propio fuerza política,  Alianza Brasil.

“La extrema derecha va diseñando así su organización, para darle cuerpo a una fuerza política que no tenían antes de Bolsonaro asumir su liderazgo”, destacó Nascimento a IPS.

“Con Bolsonaro esos ultraderechistas descubrieron una fuerza que no imaginaban, perdieron la vergüenza de mostrarse su cara de groserías”. Siguen el líder “ignorante, sin sentido del ridículo, que expresa el sentimiento cotidiano de gran parte de la población, que es conservadora y violenta”, acotó.

Como ejemplo de esa cultura afín, mencionó el hecho de Brasil ser campeón en feminicidios y en asesinatos de homosexuales, transexuales y otras minorías.

Ultraderecha seguirá fuerte

“Cualquiera sea el resultado de las elecciones de octubre”, para presidente, gobernadores y legisladores nacionales y de los estados, la extrema derecha, sumando los golpistas y los democráticos, seguirá una fuerza política importante, vaticinó el profesor de la Universidad de Brasilia.

Si gana, es decir logra la reelección de Bolsonaro, “buscará perpetuarse en el poder, si pierde, aun así tendrá fuerza en el legislativo Congreso Nacional y en la sociedad, tras conquistar un papel que no ejercía antes”, acotó.

Los 10 ministros dejaron el gobierno para fortalecer la campaña de reelección del presidente, que es clave para la extrema derecha. Los asesores internacionales de Bolsonaro prevén un mejor futuro, si Donald Trump vuelve a la presidencia de Estados Unidos en 2024, por ejemplo.

El gobernante ya cuenta con el apoyo de la Rusia de Vladimir Putin, lo que explica su visita a Moscú en vísperas de la invasión de Ucrania el 24 de febrero, junto con su hijo Carlos Bolsonaro, considerado el cerebro en la comunicación del presidente, basada en noticias falsas y un discurso de odio.

Elecciones de octubre

Los comicios del 2 de octubre, que pueden tener una segunda vuelta el 30 de ese mes si ningún candidato a presidente o gobernador obtiene la mitad más uno de los votos válidos, siguen con resultados inciertos. “Hay estados donde 70 % de los electores no tienen información sobre los candidatos”, apuntó el sociólogo.

En el pasado hubo vuelcos imprevisibles, de candidatos con solo 2 % en las encuestas pocos meses antes y que triunfaron, arguyó.

Pero en general esos vuelcos ocurren en el ámbito de los estados. Para la presidencia las encuestas apuntan desde el año pasado que Lula y Bolsonaro cuentan con bases electorales consolidadas para pasar a la segunda vuelta.

Para reducir su desventaja, el presidente cuenta con efectos de varias medidas económicas que adoptó en marzo, como la anticipación del aguinaldo, la liberación de distintos beneficios a los trabajadores, ampliación del microcrédito y reducción de algunos impuestos.

El llamado “paquete de bondades” debe inyectar en el mercado consumidor cerca del equivalente a 34 000 millones de dólares en los próximos meses.

Pero la inflación por encima de 10 % anual, la reducción del promedio salarial, pese al menor desempleo, y otros desafíos, como el alza de los combustibles, socavan los esfuerzos gubernamentales.

En la oposición, Lula trata de ampliar su electorado, por medio de una alianza con el exgobernador de São Paulo y su adversario en las elecciones presidenciales de 2006, Geraldo Alckmin.

Para componer la fórmula de Lula, líder histórico del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), como candidato a vicepresidente, Alckmin adhirió al Partido Socialista Brasileño (PSB).

“Es una alianza de alto riesgo para Lula, pero correcta, porque ex presidente necesita a su lado un conservador para conquistar el apoyo del centro y la derecha” para ganar nuevamente las elecciones, sostuvo Nascimento. Fue así en sus triunfos en 2002 y 2006.

ED: EG

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