¿Un camino hacia la paz?

Juan LLado

Con una auténtica lógica se pueden resolver muchos problemas difíciles. Su uso para conseguir fórmulas de paz entre las naciones ha sido muy positivo en muchas ocasiones. Apelar a ella para resolver el conflicto entre Ucrania y Rusia sería ahora de rigor, confiados en que encontraríamos la forma de acabar con esa miserable guerra. De ahí que sea pertinente examinar, mediante el empleo de una lógica rigurosa, la hipótesis de que esa guerra puede terminarse si Rusia pasa a ser miembro de la OTAN.

Actualmente, los dos países en conflicto están empantanados en rígidas exigencias que impiden hasta un simple cese al fuego. Como condición previa a cualquier negociación, Ucrania demanda que Rusia se retire de todos los territorios ucranianos ocupados, incluyendo a Crimea. Por su parte, Rusia exige que Ucrania reconozca como rusos todos los territorios ucranianos anexados por ella oficialmente. El resultado es un estancamiento que impide cualquier avance hacia la paz. Tanto Zelensky como Putin han reiterado esas posiciones en los últimos días y una visita a Putin de parte del presidente turco Erdogan hace unos días no ha conseguido nada.

Por supuesto, al mundo le interesa una rápida solución del conflicto. Esa guerra ha dislocado la economía mundial y es en gran medida responsable de que los organismos internacionales estén prediciendo una ralentización de esta y una recesión económica generalizada. Basta pensar en lo que ha significado la reducción del suministro de petróleo y gas a los principales países de la Unión Europea, o la tenebrosa amenaza de hambruna en el África subsahariana por efecto del impedimento del suministro de granos provenientes tanto de Ucrania como de Rusia. El impacto negativo sobre el transporte marítimo también ha elevado los precios y dilatado los suministros de toda clase de bienes.

Para evaluar la posibilidad de que una membresía de Rusia en la OTAN acabe con la guerra actual (y evite futuras) es necesario mencionar algunos antecedentes históricos. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, Rusia era una nación que suscitaba temor entre las naciones europeas y ella misma temía que su seguridad estaba amenazada por algunos países de Europa Occidental. En los tres últimos siglos, Rusia fue invadida por Suecia (1708-1709), Francia (1812) y Alemania (1941). Por eso en los últimos años la política exterior rusa se ha concentrado “en fortalecer las relaciones económicas con los países ex soviéticos a través de la Unión Euroasiática y acercarse a China, sin abandonar la actitud tradicional de desafío a Occidente.

Esta fase ha estado acompañada por la introducción en la vida política de los “valores tradicionales rusos” y por un discurso político cada vez más antioccidental. Desde el caso de las Pussy Riot (2011), el gobierno ruso afirma abiertamente que no acepta “el actual ultraliberalismo europeo” reflejado en la propaganda gay, el multiculturalismo y el secularismo, y que se identifica más con los valores europeos del siglo XIX: la familia, el protagonismo de la Iglesia y de la religión en la vida política y social, y la defensa de la soberanía nacional. La fase actual está marcada por el final del statu quo alcanzado tras la Guerra Fría y de la cooperación entre Rusia y Occidente.”

En cuanto a la actitud de la UE hacia Rusia un think tank español estima que “Rusia no representa una amenaza directa para Europa: no va a atacar en una guerra convencional a ningún miembro de la UE o de la OTAN. Pero sí es una amenaza existencial, porque no es un socio en la paz sino un rival por el poder, porque percibe la aproximación de la UE y de la OTAN a sus fronteras como una amenaza a su seguridad nacional –a la que hay que responder con fuerza militar– y porque, ante la falta de voluntad política, Europa no parece estar preparada para responder al desafío que le plantea Rusia.”

La actitud de EEUU la determina el hecho de que los dos países poseen un 90% de todo el armamento nuclear existente en el mundo (ver grafica adjunta). Pero ellos han estado conscientes de que una guerra nuclear equivale a “una destrucción mutuamente asegurada” y, casi seguro, a un holocausto de la humanidad. Por eso han enfrascado en negociaciones desde el 1969 para disminuir sus respectivos arsenales nucleares. Se logró un primer acuerdo en 1979 que no fue ratificado por el Senado estadounidense debido a la invasión de Afganistán ni tampoco por el Soviet Supremo. Dos tratados posteriores impusieron límites a los misiles balísticos intercontinentales y otras restricciones sobre el número de armas nucleares. El ultimo tratado del 2011 fue ratificado por las partes. La guerra de Ucrania llevó a una suspensión de las pláticas, pero estas fueron reanudadas en noviembre pasado.

En general, la actitud de Occidente hacia Rusia ha estado marcada por la creencia de que Rusia se iba a democratizar e incorporar a las instituciones occidentales. Rusia ha siempre tenido mas afinidad con Occidente que con el Oriente y algunas figuras de sus familiares reales –como la Reina Catalina—provinieron de sus homologas europeas. Pero después de coquetear con la idea de una cooperación estrecha con Occidente, en la Conferencia de Seguridad de Munich en el 2007 Putin dejó claro que “que la ampliación de la OTAN y la implantación del escudo antimisil en Polonia y Rumanía constituían sendos desafíos a la seguridad nacional de Rusia.” En lo adelante, Rusia ha adoptado una actitud más beligerante frente a Occidente y se ha visto envuelta en incidentes que sabotean digitalmente las capacidades militares de potenciales adversarios y hasta sus procesos electorales.

¿Podría una membresía de Rusia en la OTAN acabar con los recelos mutuos? ¿Prevendría eso cualquier conflicto armado entre Occidente y Rusia?

Recientemente, Bill Clinton reveló que durante su mandato (1993-2001) le ofreció a Rusia una “eventual” membresía en la OTAN. Justificó su oferta en que los “mayores problemas de seguridad en el futuro provendrían de organizaciones no estatales o de Estados autoritarios.” Se refirió a “la necesidad de hacer frente juntos a aquellos países que venden capacidades químicas, biológicas y nucleares a grupos terroristas, a la par que insistió en que Washington y la OTAN no tenían intención de amenazar a Moscú.” Sin embargo, Rusia no aceptó la oferta.

Doce países fundaron la OTAN después de la Segunda Guerra Mundial para contrarrestar una posible amenaza de Rusia. Esta respondió con la creación del Pacto de Varsovia, el cual se desbarató cuando colapsó la Unión Soviética. Actualmente la OTAN tiene 30 miembros y cuando Suecia y Finlandia completen su adhesión tendrá 32. Ucrania, por supuesto, buscará eventualmente ser miembro de pleno derecho, a lo cual se opondría Rusia tajantemente.

La lógica de la adhesión de Rusia a la OTAN es que tanto Finlandia –que tiene una enorme frontera con su territorio—como Ucrania dejarían de ser amenazas potenciales. Los acuerdos de la OTAN de hecho impedirían los conflictos entre los países miembros. De ahí que Rusia no se sentiría amenazada por Occidente en el futuro. El problema principal podría venir de la reacción de países tales como China, Corea del Norte, Irán y la India. Ellos no podrían impedir la adhesión de Rusia a la OTAN, pero podrían crearse nuevas estructuras geopolíticas que amenacen la paz mundial. Ese eventual desarrollo tendría entonces que resolverse con lógica. Según un diccionario, por “lógica” se entiende el “método o razonamiento en el que las ideas o la sucesión de los hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas”

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias