Un grito desesperado por la República Dominicana, que desfallece en sus manos ensangrentadas.

Por Lina Paulino

Periodista y psicóloga.

Quiero iniciar evocando La novela ¨Un grito desesperado¨, de Carlos Cuautémoc Sánchez, que a partir de la violencia perpetuada por un joven a una maestra embarazada,  narra la dramática historia de una familia destruida y la descomposición social que esto genera.

Pero hoy no quiero hablar de la familia como ente social, sino que prefiero usar la simbología de la Patria como el seno familiar de un grupo étnico, donde todos somos, padres, somos madres,  hijos o  hermanos, en el cual, cada uno tiene la responsabilidad de cumplir con su deber en el hogar patrio.

Ya es imposible negarlo, nuestro hogar está a la deriva, la patria se está comiendo a sus hijos, lo ha destruido de toda la forma posible de injusticia, desigualdad, intolerancia, maltratos, abusos, que lo consume en la impotencia y la indignación.

Pareciera que no hay escapatoria, como un embarazo no deseado, la tierra nos está abortando sin piedad, desdeñando sin escrúpulos. Ha lastimado de forma violenta la integridad de los más pequeños, de los inocentes e ignorantes de la realidad aberrante que esconde la patria en sus senos.

No encuentro el culpable, ¡somos muchos!, ¡somos todos!, yo por qué digo, yo porque callo.

No vemos alternativas, hemos escogido mal a nuestros representantes paternos, ellos nos han comprado por un plato de lenteja, y nosotros hemos vendido nuestra conciencia, aquellos llamados a dar la cara por sus hijos, tiraron la piedra y escondieron las manos y no hay a quien señalar, la patria esconde a los ingratos.

Como Satanás en el cielo, un grupo de hijos miserables de la patria, se ha sublevado contra su propia genealogía, y apuestan a su destrucción, otros, sólo pueden clamar por la misericordia para no ser tragado por las inclemencias del tiempo que sufre su tierra natal.  

¿Y por qué no me refiero a la patria como madre?, porque la responsabilidad es de todos, de los hombres, de las mujeres, de los niños, ancianos, jóvenes y viejos, no obstante, hay un grito estremecedor,  que retumba en la inhóspita calle de Republica Dominicana, y que como en tiempo de Moisés, espera el resurgir de su libertador, que tenga el coraje de enfrentarse al Faraón que se traga a sus hermanos.

Mientras tanto no tengo otra forma más certera de terminar este desahogo patriótico, que no sea con una icónica canción que interpreta, Silvio Rodríguez, ¨ La era está pariendo un corazón, no puede más, se muere de dolor y hay que acudir corriendo pues se cae el porvenir.

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