Venezuela, entre esperanza y desesperanza
Gina Montaner
El pasado 18 de julio se cumplió un año desde que se celebraron unas elecciones presidenciales en Venezuela de las que todavía se habla. Y si siguen siendo noticia es porque hasta el día de hoy se denuncia el fraude electoral que cometió el gobierno de Nicolás Maduro, quien se aferra al poder a pesar de que quedó probado que el candidato de la oposición, Edmundo González, ganó en las urnas. Los observadores internacionales, con el prestigioso Centro Carter a la cabeza, validaron su triunfo y la comunidad internacional también lo refrendó. Lamentablemente, la maquinaria chavista lo tenía todo listo para dar el pucherazo y arreciar la represión contra sus adversarios políticos.
Si alguna vez hubo entusiasmo ante un cambio que por fin parecía incontestable, ese sentimiento colectivo se ha disipado. Ha sido una desilusión gradual entre los venezolanos dentro y fuera del país que votaron convencidos de que la oposición superaría los obstáculos. Ciertamente, la campaña electoral, con María Corina Machado dando la batalla junto a González como candidato oficial, se manejó con pericia, gran poder de convocatoria y un mensaje positivo centrado en la posibilidad de una nación próspera y libre a la que la diáspora venezolana, una de las más numerosas en el mundo, podría retornar. Sin embargo, una vez que se perpetró el autogolpe y se subió el volumen de la represión y el acoso, las vías de la oposición se fueron cerrando y se apagó el fervor de un electorado fatigado: han sido casi tres décadas dándose contra el muro en el que se ha solidificado el experimento que puso en marcha Hugo Chávez y que ha continuado Maduro, en todo momento asesorado por el gobierno castrista de La Habana, que es la madre del cordero.
La líder del partido Vente Venezuela permanece en su país bajo clandestinidad para burlar las trampas que le tiende el gobierno. Su tesón es indiscutible, pero no suficiente para continuar la resistencia casi a solas. Desde el destierro en España, al que fue abocado después de las elecciones, González la apoya y viaja por el mundo buscando apoyos, pero eso tampoco basta porque es evidente que el régimen de Caracas resiste, el ejército está a su servicio y desde Washington se imponen sanciones, pero también hay negociaciones, sobre todo en lo concerniente a acuerdos para recibir deportados, que es lo que verdaderamente le importa a la administración del presidente Donald Trump. El propio bloque opositor, disperso en el exilio, sufre fisuras y no siempre hay coincidencias en cuanto a los pasos a seguir.
Con motivo del aniversario del frustrado resultado electoral, González ha concedido entrevistas a los principales medios españoles y uno de sus cometidos es infundir confianza en medio del desaliento que reina entre muchos de sus seguidores. En la entrevista publicada en El Mundo que le hicieron Angélica Reinosa y Elena Iribas en Madrid, el opositor asegura: “Esa desesperanza es comprensible. Sin embargo, nosotros venimos haciendo el llamado a todos los venezolanos a que sigamos en esta tarea”. En la capital española, donde viven gran parte de los más de 400.000 venezolanos que han emigrado a España huyendo del chavismo, el líder opositor goza de popularidad y respeto, pero los ánimos ya no son los de hace un año, cuando muchos hasta viajaron a Venezuela para ejercer su derecho al voto. Se hacen a la idea de que el exilio va para largo y los proyectos de futuro han de forjarse donde han sido acogidos en lo que parecía algo de carácter temporal y cada vez es más permanente.
En dicha entrevista González también niega cualquier comunicación con la dirigencia chavista desde que fue expulsado de su país. Su situación es delicada porque la familia que todavía permanece allí es objeto de amenazas. Sin ir más lejos, su yerno está preso y lo mantienen incomunicado. Forma parte del clima de terror que el gobierno de Maduro inflige a los opositores y su círculo más íntimo. Desde el destierro, ha de hilar muy fino para preservar la integridad de sus seres queridos a la vez que hace gestiones para ayudar a quienes permanecen en Venezuela al frente de la oposición. No es fácil el papel de González a sus 75 años y con aspecto frágil.
Es lógico que Edmundo González insista en que más pronto que tarde el ansiado cambio se producirá. No es una falsedad porque nada es eterno, ni siquiera las dictaduras más férreas. Pero, un año después de aquel momento estelar en el que la oposición llegó a tocar el cielo, los venezolanos se debaten entre la esperanza y la desesperanza. El desaparecido escritor checo Milan Kundera, cuya obra ahondó en las oscuras tripas del comunismo que vivió en carne propia, tituló así una sus novelas: La vida está en otra parte. Esa es la melancólica conclusión de muchos venezolanos en este triste aniversario. Al menos por ahora.
Listín Diario