Violencia silenciosa

Leila Mejía

La violencia, que no tiene género, no sólo implica golpes, agresiones sexuales y otros tipos de abusos que generalmente se denuncian, también existe otro tipo de violencia igual de peligrosa, usualmente sistemático y al que erróneamente se le resta importancia: El maltrato psicológico.
El maltrato físico es el más evidente, pero a veces el psicológico es tan o más dañino debido a sus repercusiones en la salud y el estado emocional de las personas. De hecho, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que el peor aspecto del abuso es justamente la tortura mental.

Puede causar daños graves a quienes lo padecen como depresión mayor, trastorno de estrés postraumático, enfermedades cardíacas, enfermedad autoinmune, entre otras.

La violencia psicológica atenta contra la integridad emocional de las personas, usualmente de forma recurrente y causando a la víctima sufrimiento, desvalorización y luego manipulándola con sentimientos de culpa.

Tristemente, se trata de una conducta que abunda en las relaciones de pareja, principalmente por la necesidad de quien la ejerce (casi siempre aquel que tiene algún tipo de complejo de inferioridad) de mostrar dominio y poder. Sin embargo, por la poca visibilidad de los síntomas de este tipo de violencia, no existen registros de ella y resulta más difícil combatirla.

Las estadísticas confirman que la violencia psicológica muchas veces antecede a la física por la paulatina insensibilización del agresor o agresora, lo que significa que cualquier signo es una voz de alerta de que pronto viene algo mayor.

Es necesario identificar a tiempo y denunciar esta forma de violencia, castigada con prisión y multa en nuestra ley sobre violencia intrafamiliar. Según numerosos estudios, esta modalidad de maltrato suele reflejarse mediante tono agresivo, humillaciones, poner en tela de juicio la cordura de la víctima, abandono del hogar en parejas, indiferencia emocional y desapego, amenazas frecuentes de separación o divorcio, y sobre todo, negación de la violencia y atribución de responsabilidad a la víctima de los episodios de maltrato.

Este tipo de agresor también utiliza como arma la intimidación y suele ser una persona que se irrita con facilidad, lo que no permite momentos de paz a la víctima porque la mantiene en un constante estado de alerta.

Es necesario erradicar la creencia de que esto es un tema íntimo familiar en el que los terceros no deben meterse. La violencia es un delito, los delitos son de orden público, y quien conociendo situaciones de este tipo no las denuncia, sin dudas es parte del problema.

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