2024: Sería fantástico

 Pablo McKinney

 (A las Paola, por supuesto). Ahora que entramos en los días finales de un año de lenta recuperación de lo perdido, de golpes y caricias, de olvidos y bienvenidas, y este bulevar hace un alto en el camino hasta 2024.

Ahora. Con un presidente accesible, fajador y transparente, (al fin, un hombre tiene la felicidad de la mujer que lo ama), con una vice eficiente como un bombero, que labora como hormiguita, rinde más que una sopa de pobres, y para evitar la excelencia insiste en ser de las Águilas; justo ahora, con un gobierno que tiene medio gabinete laborando en lo suyo, una Mercedes siempre sonriente, tres funcionarios imposibles y dos insufribles.

Justo ahora. Cuando el país avanza a tropezones, adelanta en unos temas, retrocede en otros y permanece atrapado en sus viejos anhelos, incapaz de crear un ciudadano a la altura de las proclamas partidistas, “socialcivilescas”, y de los mandatos de una Constitución que en muchos de sus artículos -como una maldición del oráculo de Navarrete- sigue siendo “un pedazo de papel”, a pesar de los desvelos de ese caballero “de la orden de la legión de honor que le dio la república francesa”, el tío Alberto, magistrado Milton Ray Guevara.

Ahora, y en medio de la tolvanera feroz de una campaña electoral que todo lo pervierte y corrompe, imponiendo el cinismo y la desmemoria conveniente; justo ahora, sería fantástico que para 2024 cada dominicano se convierta por milagro divino en el ciudadano que le exige ser al otro, a los demás, al vecino.

Claro que sería fantástico que cada quien asumiera sus responsabilidades, comenzando por el primer deber de un hombre que es hacerse cargo de sí mismo. Sí, ombe. Sería fantástico, admitir nuestros errores, entender que cada fracaso es un ensayo para una victoria, que con fuego y no con viento se templa el acero, ¡ay!

Sería fantástico vivir en un país donde cada mujer sea una flor y en cada flor se esconda un beso. País sin tiempo para el olvido, sin horas para olvidar, donde el fusil sucumba ante el libro y la desesperanza se deje matar.

Claro que sería fantástico llegar a vivir en un país donde el honor de un hombre valga más que su dinero, bendito país donde ser honrado no salga tan caro y ser ladrón no valga la pena.

Listín Diario

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