¿Qué le pasa a la oposición?

Francisco S. Cruz

El actual partido de gobierno -el PRM- marcó un antes y un después haciendo oposición radical, al punto de no reconocer ninguna acción, logro, política pública, iniciativa o triunfo electoral del otrora partido de gobierno -el PLD-. Ahí, quiérase que no, la agrupación que se desprendió del PRD fue inaugurando un nuevo estilo de hacer política cuyo punto más álgido, y al mismo tiempo, de provecho electoral fue: asaltar el movimiento social, en sus orígenes, “Marcha verde” y el estado de confort o desgaste en el poder en que había caído el partido fundado por el profesor Juan Bosch; luego, aquella división o encontronazo entre sus dos líderes mayores. Ese fue el epitafio de casi 20 años ininterrumpidos en el poder. Sumémosle a ello, la persecución política que se desató, la alianza tácita -Abinader-Leonel (2020); y por último, el modo avión o mutis en que cayeron no pocos miembros, exfuncionarios, del Comité político del PLD cuando debieron dar la cara obviando el costoso error político del extinto expresidente Salvador Jorge Blanco ante Joaquín Balaguer.

Esa postura o modo avión fue costoso error político, pues la gente leyó que “a silencio de parte relevo de prueba” y asumió que el PLD era, como se vendió mediáticamente, el partido más corrupto; y Vengoechea y una retahíla de “hacedores de opinión pública” hicieron su agosto coronando su “triunfo electoral” -a propósito, Andrés L Mateo, Juan Bolívar Díaz y una franja del partido “sociedad civil”, entre otros (a la sazón, periferia política-mediática del PRM), devinieron en funcionarios o recibieron su “situado” allende los mares, y se desveló el teatro.

Eso es historia, pero, en cierta forma, explica el porqué de un partido y gestión de gobierno -2004-2020, yo diría con más luces que sombras, el país pasó a una administración que lo ha endeudado astronómicamente, donde no hay, a casi 6 años, una obra o infraestructura tangible o emblemática-símbolo (y no se diga en materia de mejoría social o implementación de políticas públicas de gran impacto ciudadano); y encima, la “institucionalidad” de la instalación y la extradición, por petición de USA, de agentes del narcotráfico que asaltaron los poderes públicos vía PRM-campaña (2020 y 2024).

Y en medio de ese quiebre político-institucional, la oposición no da señales de unificación en torno a una agenda sistemática, sino que luce fragmentada, tibia y sin proyección de ir orquestando un frente político-electoral que dé certeza de que la actual “administración” llegará a su fin en 2028. No, pues el PLD gana solo y ni se diga de Leonel Fernández (lo que se proyecta, es el intersticio o error de 2024: a nivel presidencial cada uno solo). ¿Se habrá visto semejante alcance de mira o harakiri político?

Cierto que el PRM y su administración están marcando una ineficiencia inaudita; que la inflación, la corrupción, el daño político de tener en sus filas a agentes del narcotráfico -algunos extraditados- y el festival de empréstitos no da para más, no menos cierto es que aún tiene resorte y poder económico para revertir la narrativa; y si la oposición es pendeja o se pone bruta -encima, blandengue ante la actual JCE- , no me queda duda de que una minoría como sucedió en 2020 y 2024 (por el descrédito de los partidos) se quede en el poder.

En conclusión, el PRM y su permanencia en el poder, prácticamente depende de un bloque opositor y consciente de que no importa, en esta coyuntura, partido o siglas, sino el candidato que pueda presentar con posicionamiento medible. Y ahí mismo, termina la historia del PRM y, probablemente, le toque vivir el vía crucis o la “cicuta” que ya bebió el PLD. Eso está por verse, (observemos a los expresidentes Fernández y Medina, y sabremos si a Balaguer aún le queda aliento).

El Caribe

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